La sangre de los zombis
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Re: La sangre de los zombis
NARRACIÓN
- Ahora, cuéntame qué pasó cuando te cogieron, Ania.
— No mucho. Me cogieron, me llevaron de vuelta y la señora Danvers estaba furiosa conmigo y me azotó... - Ania calla, sumida en sus pensamientos. Entiendes que oculta algo, la animas a continuar:
- ¿Qué tiene de especial? Ella hacía eso todo el tiempo.
— No, eso era distinto, como te he dicho — se muerde los labios, vacila, y parece que se anima a confiar en ti — Es difícil de explicar. Cuando la señora me daba con el látigo en la... espalda, dolía, pero no me hacía daño de verdad. Lo hacía despacio, con ritmo, hacía pausas, me acariciaba.. escocía y dolía más mucho más tarde, pero cuando me estaba azotando, no sólo dolía, si no que también .. me gustaba, era excitante — se sonroja y baja la vista — debes pensar que estoy loca, o que soy una chica mala. Es lo que decía la señora Danvers, que era mala y que merecía que me castigaran. Pero si aguantaba el castigo, si no me quejaba, y aguantaba más azotes.. y otras cosas que me hacía, cuando me ataba, y me ponía pinzas y jugaba conmigo... entonces me decía que era buena chica, era cariñosa, y me permitía... llegar — se sonroja todavía más y comprendes que se refiere al climax. Tras un breve silencio, continúa, las palabras brotan como un torrente, como buscando alivio — Las cosas que me hacía, dolían, al principio no quería, pero con el tiempo, me acostumbré, hasta me gustaba en cierto modo. De verdad, la señora hacía que me sintiera mojada. Debes pensar que estoy loca, pero al principio odiaba a la señora Danvers, pero luego la deseaba. Quería que me castigara, porque me hacía llegar. Muchas veces. — se sonroja todavía más y calla, con la mirada perdida, quizá esté recordando.
Escuchas esta confesión impasible, aunque te cuesta un gran esfuerzo, y reflexionas cuando ella se calla. A grandes rasgos ya sabías lo que te cuenta por haber leído su diario, pero te sorprendes porque no daba la impresión de que gozara con ello, al menos no tanto. Parece que a Ania le daba tanta vergüenza que ni siquiera se decía la verdad a sí misma. Supones que será el sentimiento de culpa católico. Tampoco es tan extraño, si los generales mienten en sus memorias y diarios...
Tienes sentimientos encontrados. Cuando leíste su diario, al principio te daba morbo cotillear, aunque luego te dio mucha pena lo que le hicieron porque pensabas que estaba muerta. Ahora que la conoces y sabes lo joven que es, te da más lástima todavía... hasta que va ahora y confiesa que en realidad no era tan malo.
La voz del lado cabrón y cínico de tu personalidad dice "Eso, encima de que folla se queja. Si ya lo decía yo, a todas les gusta que les den caña. Hazte la estrecha ahora, si te lo estabas pasando genial con tu amiguita..
Horrorizado de ti mismo porque se te ocurra siquiera pensar eso salta otra voz indignada "Calla hijoputa. ¿No ves que es una pobre chiquilla huérfana, y que esa zorra pervertida se aprovechaba de ella??!"
Sorprendido, tu mente divaga sobre estas voces que oyes en la cabeza. Antes no les prestabas atención. Pensabas que era un simple recurso psicológico de tu mente debido a la soledad y el aislamiento en la celda donde estabas prisionero. Mantener conversaciones contigo mismo es normal. Pero ahora te sorprende lo cruel que eres a veces con Ania. Te preguntas si te has vuelto majara tras tanto tiempo encerrado y tanta tensión. O quizá sólo sean proyecciones de tu mente, de los tres componentes de la personalidad como los describía Freud, el ego, el superego, y .. ¿cuál era el otro? ¿el alter ego? el inconsciente, la razón y la conciencia, o algo así.
Tranquilizado de que no te has vuelto loco, te sigue inquietando lo cabrón que es tu inconsciente.
Ella sale de su ensoñación. Al parecer tu conflicto interior se ve en tu semblante, o ha malinterpretado tu silencio, pues dice con voz pesarosa y tristeza en esos melancólicos ojos azules:
— Tú también crees que estoy loca, ¿verdad? O peor, que la señora tenía razón, que soy una guarra..
Sacudes vigorosamente la cabeza negando, o para que a tu inconsciente no se le ocurra decir ninguna otra burrada.
- ¡No! ¡Por supuesto que no! Lo siento, es que tengo muchas cosas en la cabeza — dices sin faltar a la verdad — Ya te lo he dicho, ni estás loca ni eres mala. Eres sólo una víctima de esas dos personas enfermas y retorcidas. Creo que sé lo que te pasa, te lo explicaré, ¿de acuerdo? — dices para ganar tiempo. Tienes una nebulosa de ideas en la cabeza al respecto y necesitas organizar tus pensamientos — Por favor, sigue contándome qué pasó.
Ania te mira sorprendida, pregunta con una mezcla de ansiedad y esperanza en la voz:
— ¿De verdad no soy mala? ¿Me comprendes? Por favor, cuéntame.
- Luego. Es difícil de explicar. Te lo prometo. Ahora cuéntame qué pasó.
- Ahora, cuéntame qué pasó cuando te cogieron, Ania.
— No mucho. Me cogieron, me llevaron de vuelta y la señora Danvers estaba furiosa conmigo y me azotó... - Ania calla, sumida en sus pensamientos. Entiendes que oculta algo, la animas a continuar:
- ¿Qué tiene de especial? Ella hacía eso todo el tiempo.
— No, eso era distinto, como te he dicho — se muerde los labios, vacila, y parece que se anima a confiar en ti — Es difícil de explicar. Cuando la señora me daba con el látigo en la... espalda, dolía, pero no me hacía daño de verdad. Lo hacía despacio, con ritmo, hacía pausas, me acariciaba.. escocía y dolía más mucho más tarde, pero cuando me estaba azotando, no sólo dolía, si no que también .. me gustaba, era excitante — se sonroja y baja la vista — debes pensar que estoy loca, o que soy una chica mala. Es lo que decía la señora Danvers, que era mala y que merecía que me castigaran. Pero si aguantaba el castigo, si no me quejaba, y aguantaba más azotes.. y otras cosas que me hacía, cuando me ataba, y me ponía pinzas y jugaba conmigo... entonces me decía que era buena chica, era cariñosa, y me permitía... llegar — se sonroja todavía más y comprendes que se refiere al climax. Tras un breve silencio, continúa, las palabras brotan como un torrente, como buscando alivio — Las cosas que me hacía, dolían, al principio no quería, pero con el tiempo, me acostumbré, hasta me gustaba en cierto modo. De verdad, la señora hacía que me sintiera mojada. Debes pensar que estoy loca, pero al principio odiaba a la señora Danvers, pero luego la deseaba. Quería que me castigara, porque me hacía llegar. Muchas veces. — se sonroja todavía más y calla, con la mirada perdida, quizá esté recordando.
Escuchas esta confesión impasible, aunque te cuesta un gran esfuerzo, y reflexionas cuando ella se calla. A grandes rasgos ya sabías lo que te cuenta por haber leído su diario, pero te sorprendes porque no daba la impresión de que gozara con ello, al menos no tanto. Parece que a Ania le daba tanta vergüenza que ni siquiera se decía la verdad a sí misma. Supones que será el sentimiento de culpa católico. Tampoco es tan extraño, si los generales mienten en sus memorias y diarios...
Tienes sentimientos encontrados. Cuando leíste su diario, al principio te daba morbo cotillear, aunque luego te dio mucha pena lo que le hicieron porque pensabas que estaba muerta. Ahora que la conoces y sabes lo joven que es, te da más lástima todavía... hasta que va ahora y confiesa que en realidad no era tan malo.
La voz del lado cabrón y cínico de tu personalidad dice "Eso, encima de que folla se queja. Si ya lo decía yo, a todas les gusta que les den caña. Hazte la estrecha ahora, si te lo estabas pasando genial con tu amiguita..
Horrorizado de ti mismo porque se te ocurra siquiera pensar eso salta otra voz indignada "Calla hijoputa. ¿No ves que es una pobre chiquilla huérfana, y que esa zorra pervertida se aprovechaba de ella??!"
Sorprendido, tu mente divaga sobre estas voces que oyes en la cabeza. Antes no les prestabas atención. Pensabas que era un simple recurso psicológico de tu mente debido a la soledad y el aislamiento en la celda donde estabas prisionero. Mantener conversaciones contigo mismo es normal. Pero ahora te sorprende lo cruel que eres a veces con Ania. Te preguntas si te has vuelto majara tras tanto tiempo encerrado y tanta tensión. O quizá sólo sean proyecciones de tu mente, de los tres componentes de la personalidad como los describía Freud, el ego, el superego, y .. ¿cuál era el otro? ¿el alter ego? el inconsciente, la razón y la conciencia, o algo así.
Tranquilizado de que no te has vuelto loco, te sigue inquietando lo cabrón que es tu inconsciente.
Ella sale de su ensoñación. Al parecer tu conflicto interior se ve en tu semblante, o ha malinterpretado tu silencio, pues dice con voz pesarosa y tristeza en esos melancólicos ojos azules:
— Tú también crees que estoy loca, ¿verdad? O peor, que la señora tenía razón, que soy una guarra..
Sacudes vigorosamente la cabeza negando, o para que a tu inconsciente no se le ocurra decir ninguna otra burrada.
- ¡No! ¡Por supuesto que no! Lo siento, es que tengo muchas cosas en la cabeza — dices sin faltar a la verdad — Ya te lo he dicho, ni estás loca ni eres mala. Eres sólo una víctima de esas dos personas enfermas y retorcidas. Creo que sé lo que te pasa, te lo explicaré, ¿de acuerdo? — dices para ganar tiempo. Tienes una nebulosa de ideas en la cabeza al respecto y necesitas organizar tus pensamientos — Por favor, sigue contándome qué pasó.
Ania te mira sorprendida, pregunta con una mezcla de ansiedad y esperanza en la voz:
— ¿De verdad no soy mala? ¿Me comprendes? Por favor, cuéntame.
- Luego. Es difícil de explicar. Te lo prometo. Ahora cuéntame qué pasó.
Última edición por El Analandés el 03-Nov-2016, 23:43, editado 1 vez en total.
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Re: La sangre de los zombis
— Oh, bien. ¿De verdad quieres saberlo? No me gusta recordarlo.
Sientes una punzada de culpabilidad por hurgar en su mente y reavivar recuerdos dolorosos, pero también piensas que hablar le hará bien.
- Sí, por favor.
Ella suspira. Piensa unos momentos y coge aire, como un nadador antes de una inmersión. Ahora habla rápido y sin vacilar:
- Como decía. La señora Danvers estaba loca de ira. Me encerró en el cuarto de castigos, me ató al potro y me azotó con el látigo. Pero no cuando me castigaba, como jugando, si entiendes lo que digo. Esta vez era una auténtica paliza. Como cuando mi padrastro me pegaba — le tiembla la voz — Me golpeaba fuerte, hasta hacerme sangre. Pero eso no es lo peor. Nunca vi a la señora así. Estaba furiosa, histérica. Lloraba y gritaba. Lo que me dolía tanto como los azotes es las cosas que me decía. Me insultaba, decía que era una desagradecida, mala, que cómo podía hacerle eso, después de todo lo que había hecho por mí, como me había educado... como me hacía.. gozar. Cómo pude haberla dejado sola — traga saliva — Me sentía fatal, que era una malísima persona, que no debía haber escapado, que merecía que me pegara... Lloré y le supliqué a la señora Danvers que no me pegara más, que lo sentía mucho, que sería una buena esclava. A ella le gustaba oírme decir eso. Pero no sirvió de nada. Estaba fuera de sí y me seguía pegando. No podía soportar el dolor. Me desmayé.
- ¿Y entonces?
— Durr me salvó.
- ¿Qué!!?
— Bueno, odio tener que decir algo bueno de él. Pero creía que la señora iba a matarme y me alegré cuando recobré el sentido y oía cómo le gritaba a la señora Danvers, estaba furioso y le decía que ella tenía la culpa de que yo me había escapado. No podía entender todo lo que decían, pero Danvers estaba histérica, llorando y suplicando, estaba muy asustada. Me dio pena — la incoherencia femenina nunca deja de sorprenderte — la verdad es que Durr daba miedo. Le dio bofetadas a la señora, y sus guardias se la llevaron a rastras. A pesar del dolor que sentía, sus gritos pidiendo piedad me helaron la sangre. Boris y Gregor me desataron, me echaron una sábana por encima y me llevaron en una camilla a mi habitación. Boris me susurró que lo sentía mucho no haber llegado antes, que había avisado a Durr tan pronto como pudo...
Contienes el impulso de comentar , y esperas pacientemente a que Ania termine de contar lo que ya sabes. Que la encerraron en su cuarto unos días para que se recuperara de las heridas, y la súbita amabilidad de Durr con Ania prometiéndole que podría irse. Esperas a que te cuente lo que ya sospechas, que su vínculo con Danvers era más intenso de lo que se deduce en el diario. No te defrauda, si hasta ahora estaba más o menos serena, se pone a llorar al llegar a esa parte:
— ... Durr la mató. ¡Lo siento tanto por ella! No merecía morir. Era mala, pero no como Durr, y a veces era buena conmigo. A pesar de que dolía, me gustaba cómo me hacía sentir tan caliente y mojada... ¡la echo de menos!¡la echo tanto de menos! — solloza. Entierra la cabeza en los brazos y se pone a llorar.
Esperas pacientemente a que la crisis de llanto acabe, mientras reflexionas sobre lo que te ha contado. No eres más que un psicoanalista de garrafón, pero es evidente que entre Ania y la señora Danvers había un vínculo más profundo, si bien sórdido e indecente, que simple atracción lésbica, parte del rollo chungo de sumisión y masoquismo, que también tiene cuerda para rato... dices jugando con el doble sentido. En cuanto a la reacción violenta de Danvers tras la fuga de Ania, te viene a la memoria el dicho inglés: "No hay furia en el infierno como la de una mujer despechada" . Está claro que esa zorra de Danvers, debido a la juventud, belleza e inocencia de Ania, acabó encoñada con ella. No era sólo negocios, era algo personal. También está claro que Durr, el otro vértice del triángulo, o mejunje a tres, como dicen los franchutes, debió de advertirlo. No tiene sentido cargarse a Danvers porque se escapara Ania. No fue culpa suya. No, ese crimen de Durr fue pasional y motivado por los celos. Por otra parte, seguramente Durr pensó que ya no necesitaba una dominatrix para captar y pervertir chicas para él, y Danvers ya le había dejado de ser útil. Así paga el diablo a quien le sirve.
Te alegras que la mataran, porque aunque al principio te daba morbo el rollo lésbico sadomaso, aparte de indignación justiciera, tú también sientes celos insospechados, que a tu Ania, a la Ania que has salvado, se la estuviera cepillando esa perra.
Por lo que se refiere a Ania, bueno, resumiendo, un síndrome de Estocolmo tremendo, culpa católica... y lo demás consecuencia de la perversa manipulación de la señora Danvers. Sientes profunda tristeza y compasión por la chica al comprender que la señora Danvers, a su modo retorcido, llenó el hueco de la figura materna en la vida de Ania tras la muerte de su madre. Algo así como una madrastra. ¡Pobre chica!
Acaricias con ternura sus rubios cabellos y la sacudes suavemente del hombro.
- Ania... no malgastes tus lágrimas en esa mujer. Era una mala persona, y no lo merece. Ahora comprendo qué te ha pasado y qué te hicieron. Escucha — dices.
(continuará. Espero que os guste el drama psicológico, cuesta mucho más escribirlo pero me gusta como ha quedado, no todo van a ser tiros.)
Sientes una punzada de culpabilidad por hurgar en su mente y reavivar recuerdos dolorosos, pero también piensas que hablar le hará bien.
- Sí, por favor.
Ella suspira. Piensa unos momentos y coge aire, como un nadador antes de una inmersión. Ahora habla rápido y sin vacilar:
- Como decía. La señora Danvers estaba loca de ira. Me encerró en el cuarto de castigos, me ató al potro y me azotó con el látigo. Pero no cuando me castigaba, como jugando, si entiendes lo que digo. Esta vez era una auténtica paliza. Como cuando mi padrastro me pegaba — le tiembla la voz — Me golpeaba fuerte, hasta hacerme sangre. Pero eso no es lo peor. Nunca vi a la señora así. Estaba furiosa, histérica. Lloraba y gritaba. Lo que me dolía tanto como los azotes es las cosas que me decía. Me insultaba, decía que era una desagradecida, mala, que cómo podía hacerle eso, después de todo lo que había hecho por mí, como me había educado... como me hacía.. gozar. Cómo pude haberla dejado sola — traga saliva — Me sentía fatal, que era una malísima persona, que no debía haber escapado, que merecía que me pegara... Lloré y le supliqué a la señora Danvers que no me pegara más, que lo sentía mucho, que sería una buena esclava. A ella le gustaba oírme decir eso. Pero no sirvió de nada. Estaba fuera de sí y me seguía pegando. No podía soportar el dolor. Me desmayé.
- ¿Y entonces?
— Durr me salvó.
- ¿Qué!!?
— Bueno, odio tener que decir algo bueno de él. Pero creía que la señora iba a matarme y me alegré cuando recobré el sentido y oía cómo le gritaba a la señora Danvers, estaba furioso y le decía que ella tenía la culpa de que yo me había escapado. No podía entender todo lo que decían, pero Danvers estaba histérica, llorando y suplicando, estaba muy asustada. Me dio pena — la incoherencia femenina nunca deja de sorprenderte — la verdad es que Durr daba miedo. Le dio bofetadas a la señora, y sus guardias se la llevaron a rastras. A pesar del dolor que sentía, sus gritos pidiendo piedad me helaron la sangre. Boris y Gregor me desataron, me echaron una sábana por encima y me llevaron en una camilla a mi habitación. Boris me susurró que lo sentía mucho no haber llegado antes, que había avisado a Durr tan pronto como pudo...
Contienes el impulso de comentar , y esperas pacientemente a que Ania termine de contar lo que ya sabes. Que la encerraron en su cuarto unos días para que se recuperara de las heridas, y la súbita amabilidad de Durr con Ania prometiéndole que podría irse. Esperas a que te cuente lo que ya sospechas, que su vínculo con Danvers era más intenso de lo que se deduce en el diario. No te defrauda, si hasta ahora estaba más o menos serena, se pone a llorar al llegar a esa parte:
— ... Durr la mató. ¡Lo siento tanto por ella! No merecía morir. Era mala, pero no como Durr, y a veces era buena conmigo. A pesar de que dolía, me gustaba cómo me hacía sentir tan caliente y mojada... ¡la echo de menos!¡la echo tanto de menos! — solloza. Entierra la cabeza en los brazos y se pone a llorar.
Esperas pacientemente a que la crisis de llanto acabe, mientras reflexionas sobre lo que te ha contado. No eres más que un psicoanalista de garrafón, pero es evidente que entre Ania y la señora Danvers había un vínculo más profundo, si bien sórdido e indecente, que simple atracción lésbica, parte del rollo chungo de sumisión y masoquismo, que también tiene cuerda para rato... dices jugando con el doble sentido. En cuanto a la reacción violenta de Danvers tras la fuga de Ania, te viene a la memoria el dicho inglés: "No hay furia en el infierno como la de una mujer despechada" . Está claro que esa zorra de Danvers, debido a la juventud, belleza e inocencia de Ania, acabó encoñada con ella. No era sólo negocios, era algo personal. También está claro que Durr, el otro vértice del triángulo, o mejunje a tres, como dicen los franchutes, debió de advertirlo. No tiene sentido cargarse a Danvers porque se escapara Ania. No fue culpa suya. No, ese crimen de Durr fue pasional y motivado por los celos. Por otra parte, seguramente Durr pensó que ya no necesitaba una dominatrix para captar y pervertir chicas para él, y Danvers ya le había dejado de ser útil. Así paga el diablo a quien le sirve.
Te alegras que la mataran, porque aunque al principio te daba morbo el rollo lésbico sadomaso, aparte de indignación justiciera, tú también sientes celos insospechados, que a tu Ania, a la Ania que has salvado, se la estuviera cepillando esa perra.
Por lo que se refiere a Ania, bueno, resumiendo, un síndrome de Estocolmo tremendo, culpa católica... y lo demás consecuencia de la perversa manipulación de la señora Danvers. Sientes profunda tristeza y compasión por la chica al comprender que la señora Danvers, a su modo retorcido, llenó el hueco de la figura materna en la vida de Ania tras la muerte de su madre. Algo así como una madrastra. ¡Pobre chica!
Acaricias con ternura sus rubios cabellos y la sacudes suavemente del hombro.
- Ania... no malgastes tus lágrimas en esa mujer. Era una mala persona, y no lo merece. Ahora comprendo qué te ha pasado y qué te hicieron. Escucha — dices.
(continuará. Espero que os guste el drama psicológico, cuesta mucho más escribirlo pero me gusta como ha quedado, no todo van a ser tiros.)
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Re: La sangre de los zombis
No te hace caso. Decides dejarla un rato para que se calme, y piensas en otras cosas. Sobre la mesa están las cosas que sacaste de la mochila, entre ellas la cámara que encontraste en la habitación de Ania, descargada. ¿Quién guarda una cámara sin cable de carga? A menos que...
Recoges el bolso de Ania y buscas dentro. Como sospechabas, encuentras dos cargadores. El del móvil, y el de la cámara. Con las prisas y los nervios metió los dos en el bolso. Pones a recargar la batería de la cámara. En unos minutos podrás hacer fotos y algún vídeo que pueda aportar Ania como prueba de su historia si consigue salir y avisar a la policía.
Sales al pasillo a vigilar. A través de la lente del telescopio ves que hay un guardia distinto al de la última vez. No sabes cada cuánto tiempo se relevan, y tampoco puedes estar pendiente de ellos. Sería interesante saber en qué momento se produce el relevo, para actuar cuando estén distraídos, pero no vale la pena quedarte aquí mirando para saberlo, tienes mejores cosas que hacer. Decides hacer otra prueba para comprobar su grado de alerta y si Durr sigue arriba en el balcón.
Miras en las carpetas del portátil y encuentras una de bandas sonoras. Como hijo de los 80, a Durr también le gustó Star Wars. Supones que su personaje favorito era Darth Vader. Tú pasabas bastante de todo ese rollo metafísico de la Fuerza y los Jedi, pero adorabas las batallas de naves espaciales, y tu héroe era ese canalla simpático de Han Solo. Pones el tema principal a todo volumen y observas por el telescopio.
El guardia reacciona al oír la música a lo lejos y se echa el Kalashnikov al hombro, pero ni muy rápido ni parece muy alerta. Los otros no asoman esta vez. Se ve que piensan que les estás tratando de poner nerviosos y no pican el anzuelo, aunque no se confían del todo.
En el balcón ves movimiento y entre las cortinas ves asomar el cañón de otro arma. Gracias a la magnificación del telescopio ves que Durr ha cogido el fusil de caza y está echando un breve vistazo con la mira telescópica. Tras unos pocos segundos se retira al interior, pero sabes que está ahí, a un par de pasos de empuñar la ametralladora.
Bueno, parece que nerviosos no están, pero también es cansado estar tantas horas seguidas de guardia esperando a que salgas. Lo bueno para ti es que parece que eso harán y que se están relajando un poco.
Vuelves con Ania.
...
Recoges el bolso de Ania y buscas dentro. Como sospechabas, encuentras dos cargadores. El del móvil, y el de la cámara. Con las prisas y los nervios metió los dos en el bolso. Pones a recargar la batería de la cámara. En unos minutos podrás hacer fotos y algún vídeo que pueda aportar Ania como prueba de su historia si consigue salir y avisar a la policía.
Sales al pasillo a vigilar. A través de la lente del telescopio ves que hay un guardia distinto al de la última vez. No sabes cada cuánto tiempo se relevan, y tampoco puedes estar pendiente de ellos. Sería interesante saber en qué momento se produce el relevo, para actuar cuando estén distraídos, pero no vale la pena quedarte aquí mirando para saberlo, tienes mejores cosas que hacer. Decides hacer otra prueba para comprobar su grado de alerta y si Durr sigue arriba en el balcón.
Miras en las carpetas del portátil y encuentras una de bandas sonoras. Como hijo de los 80, a Durr también le gustó Star Wars. Supones que su personaje favorito era Darth Vader. Tú pasabas bastante de todo ese rollo metafísico de la Fuerza y los Jedi, pero adorabas las batallas de naves espaciales, y tu héroe era ese canalla simpático de Han Solo. Pones el tema principal a todo volumen y observas por el telescopio.
El guardia reacciona al oír la música a lo lejos y se echa el Kalashnikov al hombro, pero ni muy rápido ni parece muy alerta. Los otros no asoman esta vez. Se ve que piensan que les estás tratando de poner nerviosos y no pican el anzuelo, aunque no se confían del todo.
En el balcón ves movimiento y entre las cortinas ves asomar el cañón de otro arma. Gracias a la magnificación del telescopio ves que Durr ha cogido el fusil de caza y está echando un breve vistazo con la mira telescópica. Tras unos pocos segundos se retira al interior, pero sabes que está ahí, a un par de pasos de empuñar la ametralladora.
Bueno, parece que nerviosos no están, pero también es cansado estar tantas horas seguidas de guardia esperando a que salgas. Lo bueno para ti es que parece que eso harán y que se están relajando un poco.
Vuelves con Ania.
...
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Re: La sangre de los zombis
Ania se ha serenado. Decides cambiar de tema, porque hay algo a lo que llevas rato dándole vueltas. A Ania la cogieron muy pronto, tras su fuga. Apenas una hora desde que se marchó. Lo que indica que descubrieron su fuga poco después de que se marchara.
- Ania, escucha, hay algo que necesito saber. Dices que te cogieron una hora más tarde después de que salieras, ¿verdad? ¿Cómo? Dijiste que te marchaste cuando todos dormían. ¿Los hombres de Durr no montaban guardia de noche?
— No, por eso escapé de noche. Pensé que aún yendo a pie, para cuando se despertaran por la mañana, ya estaría en el pueblo.
- ¿Y ese puesto de guardia en el patio? — ella no comprende, así que explicas — el balcón, con la escalera metálica, donde está la ametralladora.
— Ah. Antes no estaba ahí . Igual que la jaula del patio para los prisioneros. La hicieron después de mi fuga, cuando me dejaron salir ya estaba casi terminada. Creo que tenían tanta gente que ya no había sitio para ellos dentro del castillo. Los del patio son los últimos que trajeron. Hace dos semanas. Bueno, el último fue el español... quiero decir, tú.
- Ania, escucha, hay algo que necesito saber. Dices que te cogieron una hora más tarde después de que salieras, ¿verdad? ¿Cómo? Dijiste que te marchaste cuando todos dormían. ¿Los hombres de Durr no montaban guardia de noche?
— No, por eso escapé de noche. Pensé que aún yendo a pie, para cuando se despertaran por la mañana, ya estaría en el pueblo.
- ¿Y ese puesto de guardia en el patio? — ella no comprende, así que explicas — el balcón, con la escalera metálica, donde está la ametralladora.
— Ah. Antes no estaba ahí . Igual que la jaula del patio para los prisioneros. La hicieron después de mi fuga, cuando me dejaron salir ya estaba casi terminada. Creo que tenían tanta gente que ya no había sitio para ellos dentro del castillo. Los del patio son los últimos que trajeron. Hace dos semanas. Bueno, el último fue el español... quiero decir, tú.
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Re: La sangre de los zombis
- Entonces, si todos dormían, y no había nadie de guardia, cuando abriste la puerta del túnel debió sonar una alarma, ¿te acuerdas de si había un teclado, al lado del lector de tarjetas?
Ella piensa un momento y luego dice que sí.
- Eso es. En una emergencia se puede abrir la puerta con la tarjeta, sin meter el código, que lo conocerá Durr. Al abrir la puerta activaste una alarma. Aquí no hay cámaras de seguridad, ni nada que se parezca a un puesto de guardia de seguridad. Lo más probable es que sea como las alarmas contra robos. Estará conectada por teléfono a una central en la ciudad más cercana, y llamarán al teléfono de Durr para avisar. Seguramente a su móvil.
Ania pone cara de "qué tonta fui". Prosigues con tus deducciones:
- Entre la llamada, que Durr se despierte y se viste, despierte a los guardias, abren a puerta del castillo, y sacan un coche del garaje para acercarse y luego continuar a pie hasta el claro del bosque donde termina el túnel, les debió llegar algo más de diez minutos. Escapaste por poco. Si te hubieran seguido por el túnel a la carrera te habrían alcanzado antes...— entonces se te ocurre la explicación — a menos claro, que Durr no quisiera revelar la existencia del túnel a sus hombres. Sí, eso debe ser. Alguno podría tener tentaciones de coger el dinero y escaparse antes de acabar el trabajo. Durr no confía en nadie.
Ania quiere decir algo, pero como estás lanzado, no le dejas hablar:
- ¿Qué pasó entonces? Cuando llegan al claro, encuentran que ya has salido y te has alejado por el bosque. Saben que lo más probable es que te dirijas al pueblo, pero es imposible seguirte de noche. Entonces Durr, desesperado, decide volver y sacar a los perros para seguirte el rastro, aunque están infectados con el virus, y a pesar del riesgo de que se escapen, o muerdan a un animal salvaje y se extienda la epidemia antes de tiempo.
Ania dice admirada:
— Vaya. Eres muy listo — lo que te complace y te hace henchirte de satisfacción... pero el globo se desinfla cuando pregunta:
— ¿Y eso, nos sirve de algo?
Mujeres. Siempre tan prácticas.
- No mucho. Bueno, sabemos que eres importante para Durr y que correrá grandes riesgos para recuperarte. También explica por qué Durr se limita a esperar ahí sentado. Porque razonará que sé lo del túnel, y que pretendo escapar por él.
— Sí, eso ya lo has dicho antes, pero no podemos. No tenemos la tarjeta.
- ¡Pero Durr no lo sabe! Él sabe que he estado en su habitación, y que es posible que haya encontrado la tarjeta. Tú mismo dices que es muy descuidado, se deja las cosas en todas partes. Con certeza, se habrá dejado la tarjeta en su habitación esta mañana. En cualquier caso, sabe que te tengo como rehén y que tú me habrás contado lo del túnel — haces una pausa para ordenar tus pensamientos — Eso es. Se preguntará cómo escapaste de tu habitación y del ala oeste y te escondiste aquí, donde yo te he encontrado. Durr deducirá, o Boris confesó cuando lo cogieron, que tú tenías la llave de las puertas de la escalera. Pensará que aunque no haya cogido la tarjeta, puedo volver a buscarla a su dormitorio por las escaleras. ¡Eso es lo que está esperando! — excitado, se lo muestras a Ania sobre el plano — Mira. Desde el balcón, Durr puede vigilar a la vez el pasillo de la planta baja, y la puerta del almacén, donde está la entrada del túnel, y también, el piso de arriba donde está el dormitorio. Arriba y abajo, esas ventanas están a la sombra ahora y nos puede ver fácilmente si vamos por los pasillos. Durr pensará que pasaré por alguno de esos pasillos en algún momento, o que estoy esperando a que esté oscuro para que no me vea.
- Por eso ha dejado la ametralladora en el puesto de guardia del balcón y se ha quedado allí, y ha dejado a sus guardias para que vigilen la puerta del castillo. Si no hubiera otra salida, lo lógico es que todos estuvieran en la puerta esperándonos. Durr sabe que no podemos escapar por una ventana, porque no tenemos cuerda para escalar el foso. Sólo podemos salir por el túnel secreto. Eso espera que hagamos. Y puedo sorprenderle haciendo lo inesperado.
Ania está visiblemente impresionada por tus razonamientos, pero frunce el ceño y pregunta en tono de duda:
— Pero... si la tarjeta está arriba, y vamos por ella, podemos salir por el túnel. ¿No sería mejor huir? A lo mejor tenemos suerte y no nos cogen — dice esperanzada.
Tuerces el gesto. Para empezar te estremeces ante la idea de volver a donde has escapado con vida después de tantos peligros y tan arduos esfuerzos. Además de todos los cadáveres que dejaste allá, no quieres volver a ver a Boris muerto. En segundo lugar, te fastidia lo testaruda la chiquilla. Estás a punto de repetirle los argumentos de que os cazarían más tarde, pero te contienes. Igual tiene posibilidades...
- Déjame pensar — apoyas la mano en la barbilla y piensas en todas las alternativas. Tras pocos minutos desechas la idea. Ahora, cómo se lo explicas a Ania para que se olvide de ese maldito túnel y colabore contigo. Ella te mira expectante.
- Como dije, huir está descartado. Aunque salgamos del túnel nos pillarán luego. Pero, — sigues, y alzas la mano para atajar su protesta — podríamos fingir que huimos y tratar de engañarlos — Ania escucha atenta.
- Ok. Supuesto que tenemos la tarjeta. Abrimos la puerta y salimos. Durr sabrá lo que hacemos, o porque nos vea, o porque suene la alarma otra vez. ¿Qué hará? Lo mismo que la otra vez. Correr por la superficie hasta la salida del túnel para llegar antes que nosotros. Como es de día y ahora se conocen el camino, seguro que lo hacen. Además, estoy demasiado cansado para correr. Y cuando asomemos por la salida ...
¡bang! ¡estamos muertos! — levantas la voz golpeas la mesa con el puño. Ania se estremece.
- Podemos tratar de engañarlos. Nos metemos por el túnel, pero en vez de seguir por él, esperamos unos cinco minutos, y volvemos al almacén, cuando ellos como tontos se hayan ido todos al claro a esperar a que salgamos. Nosotros entretanto, salimos por la puerta y nos escapamos en otra dirección.
— ¡Lo ves! ¡Sabía que había una forma de salir! — palmotea Ania entusiasmada.
La fulminas con la mirada y le contestas con tono duro.
- ¿Y después qué? Te digo otra vez que no hay alternativa. En las otras direcciones hay terreno despoblado. Bosques y montañas durante decenas de kilómetros hasta llegar a algún lugar habitado. Nos perderíamos y moriríamos de sed o de hambre, y además hay lobos en estas montañas. Sólo podemos seguir el valle y volver al pueblo.. y allí estarán esperando.
Ania se calla, triste, hablas con voz más amable:
- Lo siento Ania, pero he pensado en todo. Durr tendría que ser idiota para hacer eso. Lo sensato sería dividir a sus hombres. Él y dos hombres irían hasta la salida, y dejaría a otros dos en la entrada. Estaríamos atrapados en el túnel. Podríamos intentar quedarnos allí y esperar, porque el tiempo corre en contra de Durr, pero por eso mismo, y porque no puede renunciar a ti... ni dejar que yo escape, y menos con su portátil, acabaría ordenando a sus hombres que bajaran por ambos extremos del túnel. En ese caso en un tiroteo en un sitio estrecho como el túnel, no hay cobertura de las balas, y moriríamos los dos. Creo que a Durr le importas, pero no hasta el punto de convertirse en un fugitivo por ti...
Ania calla pensativa, y de repente, inspirada, te sorprende al proponer otra idea:
— ¡Escucha! Dices que nos esperarán a la salida. Y si... en vez de salir los dos, ¿salgo sólo yo? Le diré a Durr que me has dejado marchar, que me has dicho que escape y que tú has vuelto al castillo. Entonces se confiarían, Durr se marcharía conmigo, y tú podrías escapar y avisar a la policía, así podrían detener a Durr en el aeropuerto.
Sorprendido por el ingenio de la muchacha, y conmovido por su disposición a sacrificarse para salvarte la vida callas. Piensas un par de minutos, examinas los posibles resultados, y todos son fatales. Meneas la cabeza con tristeza.
- Gracias Ania. Es una buena idea. Pero no funcionará. El problema es que si nos metemos en el túnel, estamos atrapados, como ahora, pero peor. Durr no se conformará contigo. Se irá, pero dejará a sus guardias en ambos extremos del túnel. Pueden hacerme salir: echar gasolina dentro y pegarle fuego para hacerme salir con el humo, por ejemplo. O enterrarme vivo — piensas en el infestado dinamitero que por poco te hace saltar por los aires en la torre — pueden usar dinamita, explosivos, para cerrar el túnel. O sencillamente cerrar las puertas de ambos extremos para que yo no pueda salir, y marcharse.
- De hecho, ahora que lo menciono, espero que Durr no sea tan listo ni tenga tanta imaginación como yo, y no llegue a las mismas conclusiones, que salir por el túnel es un suicidio y no vamos a hacer eso. Pero creo que se convencerá de que es nuestra única posibilidad — se te ocurre una idea que te da esperanzas — y creo que así es en efecto. Lo he pensado mejor y no creo que la alarma de la puerta sea como una alarma de robo, que te llaman al teléfono para avisarte. Es demasiado complicado y caro, y sobre todo, si es un túnel secreto para escapar si viene la policía, cuantas menos personas sepan de él, mejor. Creo que simplemente la puerta está conectada a una alarma que suena en la habitación de Durr. Por eso él ahora no puede saber si la puerta del túnel ha sido abierta o no. Sólo puede estar vigilando con los ojos bien abiertos para vernos cuando nos acerquemos a abrir la puerta.
Ania calla, al parecer abrumada por tu lógica, pero parece estar pensando en algo, por fin habla, con voz queda:
— Eres muy listo. Piensas en todo. Creo que tienes razón, pero...
- ¿Pero? ¡Habla!
— He pensado en otra cosa. Dices que no podemos escapar porque no podemos escalar la zanja.
- Foso.
— Eso. Dices que no podemos trepar, porque no tenemos una cuerda.
- Sí, ¿y qué?
— Sé donde hay cuerda.
(¡continuará!)
(espero que este cambio de la conversación a las posibilidades técnicas de evasión os haya gustado y dejamos el drama psicológico y sexual para luego. También explica lo jodidas que están las cosas para Z., pero dentro de lo malo hay otras posibilidades)
Espero que la conversación no se haga pesada. En formato libro sólo ocuparía algunas páginas y se leería de un tirón. Por favor, ruego que comente algún amable lector si le parece entretenida o aburro hasta las piedras. No tengo ningún plan en mente, si no que escribo a ratos perdidos y según la inspiración, y como si fuera una conversación real. Así en la conversación con Ania, Z. y ustedes los lectores, conocen más a los personajes y su destino, nos enteramos de la trama, Z. hace deducciones detectivescas, y le damos vueltas a cómo salir de aquí. Si ustedes estuvieran atrapados en una situación como ésta, seguro que también se lo pensarían mucho antes de salir por las bravas.
Ella piensa un momento y luego dice que sí.
- Eso es. En una emergencia se puede abrir la puerta con la tarjeta, sin meter el código, que lo conocerá Durr. Al abrir la puerta activaste una alarma. Aquí no hay cámaras de seguridad, ni nada que se parezca a un puesto de guardia de seguridad. Lo más probable es que sea como las alarmas contra robos. Estará conectada por teléfono a una central en la ciudad más cercana, y llamarán al teléfono de Durr para avisar. Seguramente a su móvil.
Ania pone cara de "qué tonta fui". Prosigues con tus deducciones:
- Entre la llamada, que Durr se despierte y se viste, despierte a los guardias, abren a puerta del castillo, y sacan un coche del garaje para acercarse y luego continuar a pie hasta el claro del bosque donde termina el túnel, les debió llegar algo más de diez minutos. Escapaste por poco. Si te hubieran seguido por el túnel a la carrera te habrían alcanzado antes...— entonces se te ocurre la explicación — a menos claro, que Durr no quisiera revelar la existencia del túnel a sus hombres. Sí, eso debe ser. Alguno podría tener tentaciones de coger el dinero y escaparse antes de acabar el trabajo. Durr no confía en nadie.
Ania quiere decir algo, pero como estás lanzado, no le dejas hablar:
- ¿Qué pasó entonces? Cuando llegan al claro, encuentran que ya has salido y te has alejado por el bosque. Saben que lo más probable es que te dirijas al pueblo, pero es imposible seguirte de noche. Entonces Durr, desesperado, decide volver y sacar a los perros para seguirte el rastro, aunque están infectados con el virus, y a pesar del riesgo de que se escapen, o muerdan a un animal salvaje y se extienda la epidemia antes de tiempo.
Ania dice admirada:
— Vaya. Eres muy listo — lo que te complace y te hace henchirte de satisfacción... pero el globo se desinfla cuando pregunta:
— ¿Y eso, nos sirve de algo?
Mujeres. Siempre tan prácticas.
- No mucho. Bueno, sabemos que eres importante para Durr y que correrá grandes riesgos para recuperarte. También explica por qué Durr se limita a esperar ahí sentado. Porque razonará que sé lo del túnel, y que pretendo escapar por él.
— Sí, eso ya lo has dicho antes, pero no podemos. No tenemos la tarjeta.
- ¡Pero Durr no lo sabe! Él sabe que he estado en su habitación, y que es posible que haya encontrado la tarjeta. Tú mismo dices que es muy descuidado, se deja las cosas en todas partes. Con certeza, se habrá dejado la tarjeta en su habitación esta mañana. En cualquier caso, sabe que te tengo como rehén y que tú me habrás contado lo del túnel — haces una pausa para ordenar tus pensamientos — Eso es. Se preguntará cómo escapaste de tu habitación y del ala oeste y te escondiste aquí, donde yo te he encontrado. Durr deducirá, o Boris confesó cuando lo cogieron, que tú tenías la llave de las puertas de la escalera. Pensará que aunque no haya cogido la tarjeta, puedo volver a buscarla a su dormitorio por las escaleras. ¡Eso es lo que está esperando! — excitado, se lo muestras a Ania sobre el plano — Mira. Desde el balcón, Durr puede vigilar a la vez el pasillo de la planta baja, y la puerta del almacén, donde está la entrada del túnel, y también, el piso de arriba donde está el dormitorio. Arriba y abajo, esas ventanas están a la sombra ahora y nos puede ver fácilmente si vamos por los pasillos. Durr pensará que pasaré por alguno de esos pasillos en algún momento, o que estoy esperando a que esté oscuro para que no me vea.
- Por eso ha dejado la ametralladora en el puesto de guardia del balcón y se ha quedado allí, y ha dejado a sus guardias para que vigilen la puerta del castillo. Si no hubiera otra salida, lo lógico es que todos estuvieran en la puerta esperándonos. Durr sabe que no podemos escapar por una ventana, porque no tenemos cuerda para escalar el foso. Sólo podemos salir por el túnel secreto. Eso espera que hagamos. Y puedo sorprenderle haciendo lo inesperado.
Ania está visiblemente impresionada por tus razonamientos, pero frunce el ceño y pregunta en tono de duda:
— Pero... si la tarjeta está arriba, y vamos por ella, podemos salir por el túnel. ¿No sería mejor huir? A lo mejor tenemos suerte y no nos cogen — dice esperanzada.
Tuerces el gesto. Para empezar te estremeces ante la idea de volver a donde has escapado con vida después de tantos peligros y tan arduos esfuerzos. Además de todos los cadáveres que dejaste allá, no quieres volver a ver a Boris muerto. En segundo lugar, te fastidia lo testaruda la chiquilla. Estás a punto de repetirle los argumentos de que os cazarían más tarde, pero te contienes. Igual tiene posibilidades...
- Déjame pensar — apoyas la mano en la barbilla y piensas en todas las alternativas. Tras pocos minutos desechas la idea. Ahora, cómo se lo explicas a Ania para que se olvide de ese maldito túnel y colabore contigo. Ella te mira expectante.
- Como dije, huir está descartado. Aunque salgamos del túnel nos pillarán luego. Pero, — sigues, y alzas la mano para atajar su protesta — podríamos fingir que huimos y tratar de engañarlos — Ania escucha atenta.
- Ok. Supuesto que tenemos la tarjeta. Abrimos la puerta y salimos. Durr sabrá lo que hacemos, o porque nos vea, o porque suene la alarma otra vez. ¿Qué hará? Lo mismo que la otra vez. Correr por la superficie hasta la salida del túnel para llegar antes que nosotros. Como es de día y ahora se conocen el camino, seguro que lo hacen. Además, estoy demasiado cansado para correr. Y cuando asomemos por la salida ...
¡bang! ¡estamos muertos! — levantas la voz golpeas la mesa con el puño. Ania se estremece.
- Podemos tratar de engañarlos. Nos metemos por el túnel, pero en vez de seguir por él, esperamos unos cinco minutos, y volvemos al almacén, cuando ellos como tontos se hayan ido todos al claro a esperar a que salgamos. Nosotros entretanto, salimos por la puerta y nos escapamos en otra dirección.
— ¡Lo ves! ¡Sabía que había una forma de salir! — palmotea Ania entusiasmada.
La fulminas con la mirada y le contestas con tono duro.
- ¿Y después qué? Te digo otra vez que no hay alternativa. En las otras direcciones hay terreno despoblado. Bosques y montañas durante decenas de kilómetros hasta llegar a algún lugar habitado. Nos perderíamos y moriríamos de sed o de hambre, y además hay lobos en estas montañas. Sólo podemos seguir el valle y volver al pueblo.. y allí estarán esperando.
Ania se calla, triste, hablas con voz más amable:
- Lo siento Ania, pero he pensado en todo. Durr tendría que ser idiota para hacer eso. Lo sensato sería dividir a sus hombres. Él y dos hombres irían hasta la salida, y dejaría a otros dos en la entrada. Estaríamos atrapados en el túnel. Podríamos intentar quedarnos allí y esperar, porque el tiempo corre en contra de Durr, pero por eso mismo, y porque no puede renunciar a ti... ni dejar que yo escape, y menos con su portátil, acabaría ordenando a sus hombres que bajaran por ambos extremos del túnel. En ese caso en un tiroteo en un sitio estrecho como el túnel, no hay cobertura de las balas, y moriríamos los dos. Creo que a Durr le importas, pero no hasta el punto de convertirse en un fugitivo por ti...
Ania calla pensativa, y de repente, inspirada, te sorprende al proponer otra idea:
— ¡Escucha! Dices que nos esperarán a la salida. Y si... en vez de salir los dos, ¿salgo sólo yo? Le diré a Durr que me has dejado marchar, que me has dicho que escape y que tú has vuelto al castillo. Entonces se confiarían, Durr se marcharía conmigo, y tú podrías escapar y avisar a la policía, así podrían detener a Durr en el aeropuerto.
Sorprendido por el ingenio de la muchacha, y conmovido por su disposición a sacrificarse para salvarte la vida callas. Piensas un par de minutos, examinas los posibles resultados, y todos son fatales. Meneas la cabeza con tristeza.
- Gracias Ania. Es una buena idea. Pero no funcionará. El problema es que si nos metemos en el túnel, estamos atrapados, como ahora, pero peor. Durr no se conformará contigo. Se irá, pero dejará a sus guardias en ambos extremos del túnel. Pueden hacerme salir: echar gasolina dentro y pegarle fuego para hacerme salir con el humo, por ejemplo. O enterrarme vivo — piensas en el infestado dinamitero que por poco te hace saltar por los aires en la torre — pueden usar dinamita, explosivos, para cerrar el túnel. O sencillamente cerrar las puertas de ambos extremos para que yo no pueda salir, y marcharse.
- De hecho, ahora que lo menciono, espero que Durr no sea tan listo ni tenga tanta imaginación como yo, y no llegue a las mismas conclusiones, que salir por el túnel es un suicidio y no vamos a hacer eso. Pero creo que se convencerá de que es nuestra única posibilidad — se te ocurre una idea que te da esperanzas — y creo que así es en efecto. Lo he pensado mejor y no creo que la alarma de la puerta sea como una alarma de robo, que te llaman al teléfono para avisarte. Es demasiado complicado y caro, y sobre todo, si es un túnel secreto para escapar si viene la policía, cuantas menos personas sepan de él, mejor. Creo que simplemente la puerta está conectada a una alarma que suena en la habitación de Durr. Por eso él ahora no puede saber si la puerta del túnel ha sido abierta o no. Sólo puede estar vigilando con los ojos bien abiertos para vernos cuando nos acerquemos a abrir la puerta.
Ania calla, al parecer abrumada por tu lógica, pero parece estar pensando en algo, por fin habla, con voz queda:
— Eres muy listo. Piensas en todo. Creo que tienes razón, pero...
- ¿Pero? ¡Habla!
— He pensado en otra cosa. Dices que no podemos escapar porque no podemos escalar la zanja.
- Foso.
— Eso. Dices que no podemos trepar, porque no tenemos una cuerda.
- Sí, ¿y qué?
— Sé donde hay cuerda.
(¡continuará!)
(espero que este cambio de la conversación a las posibilidades técnicas de evasión os haya gustado y dejamos el drama psicológico y sexual para luego. También explica lo jodidas que están las cosas para Z., pero dentro de lo malo hay otras posibilidades)
Espero que la conversación no se haga pesada. En formato libro sólo ocuparía algunas páginas y se leería de un tirón. Por favor, ruego que comente algún amable lector si le parece entretenida o aburro hasta las piedras. No tengo ningún plan en mente, si no que escribo a ratos perdidos y según la inspiración, y como si fuera una conversación real. Así en la conversación con Ania, Z. y ustedes los lectores, conocen más a los personajes y su destino, nos enteramos de la trama, Z. hace deducciones detectivescas, y le damos vueltas a cómo salir de aquí. Si ustedes estuvieran atrapados en una situación como ésta, seguro que también se lo pensarían mucho antes de salir por las bravas.
Última edición por El Analandés el 07-Nov-2016, 12:00, editado 1 vez en total.
Re: La sangre de los zombis
Está genial. Tengo ganas de que sigas porque esto es como un serial.
Respecto a las posibilidades, parece que está muy difícil. Están en una ratonera y en desventaja. Salir a las bravas como dices, es suicida.
El hecho de que encuentren una cuerda no sé si será de mucha ayuda, ya que como dices, aunque logren saltar el foso y salir del castillo, están aislados del pueblo y pueden tardar bastante en bajar hasta el, con lo cual Durr tiene las de ganar. Cuando se dé cuenta de que se han escapado, cogiendo el coche los puede perseguir. Lo suyo sería crear más distracciones mientras se van. Una opción sería programar el portátil para que pusiera música cada cierto tiempo, pero no sé si Z es capaz de hacerlo o si el portátil tiene la aplicación necesaria. El caso sería poder reproducir su comportamiento cuando ya no estén en el castillo haciendo creer que aún sí lo están.
La salida por el túnel tampoco la veo siempre que no sepan desactivar la alarma. Pero si consigue encontrar los sensores, dispositivos o cables, puede intentar puentearla de alguna manera y que no salte. La distracción automática ayudaría también bastante.
Otra idea que se me ocurre es ir a por Durr sorprendiéndolo por detrás, pero no sé si es del todo imposible acceder a su habitación y si podría ser sin hacer ruido. Si mata a Durr, sus secuaces no tienen porque seguir con el plan de su ex jefe y podrían retirarse.
Sobre el rollo homo y masoca, bien. Pone palote a Z y da esperanza en que la cosa acabe bien para que Z revierta un poco la situación. Pero se me hace un poco difícil de encajar que Ania no sepa nada del sexo. Tiene una edad que ya tiene que saber algo. Sinó gran parte. Me parece muy inocente y hoy en día cuesta encontrará nadie que haya pasado la adolescencia sin saber de que va la película. Pero tampoco es imposible.
Bueno, no me enrollo más. Espero seguir la continuación esta semana.
Saludos,
Gonella.
Respecto a las posibilidades, parece que está muy difícil. Están en una ratonera y en desventaja. Salir a las bravas como dices, es suicida.
El hecho de que encuentren una cuerda no sé si será de mucha ayuda, ya que como dices, aunque logren saltar el foso y salir del castillo, están aislados del pueblo y pueden tardar bastante en bajar hasta el, con lo cual Durr tiene las de ganar. Cuando se dé cuenta de que se han escapado, cogiendo el coche los puede perseguir. Lo suyo sería crear más distracciones mientras se van. Una opción sería programar el portátil para que pusiera música cada cierto tiempo, pero no sé si Z es capaz de hacerlo o si el portátil tiene la aplicación necesaria. El caso sería poder reproducir su comportamiento cuando ya no estén en el castillo haciendo creer que aún sí lo están.
La salida por el túnel tampoco la veo siempre que no sepan desactivar la alarma. Pero si consigue encontrar los sensores, dispositivos o cables, puede intentar puentearla de alguna manera y que no salte. La distracción automática ayudaría también bastante.
Otra idea que se me ocurre es ir a por Durr sorprendiéndolo por detrás, pero no sé si es del todo imposible acceder a su habitación y si podría ser sin hacer ruido. Si mata a Durr, sus secuaces no tienen porque seguir con el plan de su ex jefe y podrían retirarse.
Sobre el rollo homo y masoca, bien. Pone palote a Z y da esperanza en que la cosa acabe bien para que Z revierta un poco la situación. Pero se me hace un poco difícil de encajar que Ania no sepa nada del sexo. Tiene una edad que ya tiene que saber algo. Sinó gran parte. Me parece muy inocente y hoy en día cuesta encontrará nadie que haya pasado la adolescencia sin saber de que va la película. Pero tampoco es imposible.
Bueno, no me enrollo más. Espero seguir la continuación esta semana.
Saludos,
Gonella.
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Re: La sangre de los zombis
¡Me alegro mucho! Escribir conversaciones me cuesta porque hay mucho que contar. Pero ya queda menos.gonella escribió:Está genial. Tengo ganas de que sigas porque esto es como un serial.
Respecto a las posibilidades, parece que está muy difícil. Están en una ratonera y en desventaja. Salir a las bravas como dices, es suicida.
Z. ya ha explicado antes que su plan es hacer una cortina de humo y soltar a los infectados tras las alambradas para generar confusión y caos suficiente para poder acercarse hasta Durr y matarlo. Por lo menos distraerlos para que Ania escape. Ya veremos en qué para esto.
El hecho de que encuentren una cuerda no sé si será de mucha ayuda, ya que como dices, aunque logren saltar el foso y salir del castillo, están aislados del pueblo y pueden tardar bastante en bajar hasta el, con lo cual Durr tiene las de ganar.
Le da una oportunidad a Ania de escapar.
Sobre lo que comentas, programar el portátil para que suene música cada cierto tiempo, fuera de las posibilidades, y además el ardid no durará mucho tiempo, pero aprecio tu ingenio. Sobre la alarma de la puerta, es irrelevante ahora que suene, el problema es abrir la puerta, pero para ello hay que volver al dormitorio de Durr a buscar la tarjeta que la abre... que es lo que el villano está esperando, para ametrallarlos.
Otra idea que se me ocurre es ir a por Durr sorprendiéndolo por detrás...Si mata a Durr, sus secuaces no tienen porque seguir con el plan de su ex jefe y podrían retirarse.
La posición de Durr tiene un punto ciego, Z. puede acercarse hasta estar justo debajo sin ser visto. El problema es que para subir tiene que salir al patio y recorrer una decena de pasos y subir por la escalera metálica adosada a la pared. Son sólo unos pocos segundos, pero los guardias tienen que estar distraídos con algo, por eso el plan del humo y de soltar a los infestados por el patio. Próximamente se verá como van encajando las piezas del plan de Z.
Sobre el rollo homo y masoca, bien.
Lésbico. Rollo lésbico. Me alegro que sea interesante, es carnaza, pero no gratuita, ya que es parte de la trama.
Pone palote a Z y da esperanza en que la cosa acabe bien para que Z revierta un poco la situación.
Tú eres un romántico. El otro, Heinrich, a lo máximo que aspiraba era a llevarse las fotos guarras del ordenata de Durr.
Me encantaría que Z. sobreviviera y devolviera a Ania al recto camino de la heterosexualidad, pero está difícil.
Pero se me hace un poco difícil de encajar que Ania no sepa nada del sexo. Tiene una edad que ya tiene que saber algo. Sinó gran parte. Me parece muy inocente y hoy en día cuesta encontrará nadie que haya pasado la adolescencia sin saber de que va la película
Bueno, eso iba a quedar más claro en la conversación con Ania, pero como es una situación real, no pueden estar horas en el diván del psicoanalista, si no que la charla se ha visto interrumpida para volver a planear como escapar, y se han quedado otras cosas por contar.
Lo siento si no ha quedado claro. Ania sí que sabe lo que es el sexo, aunque sea virgen y por las dramáticas circunstancias de su vida no haya tenido tiempo ni ocasión para salir con chicos, aunque sea para ir al cine. En su diario se comenta sus observaciones sobre los "ligues" de Durr. Lo que pasa es que el conocer prostitutas es una conmoción para ella, para muchas mujeres es sólo algo teórico, mucho más en el Este de Europa, donde la prostitución no está tan normalizada como aquí. Dada su inexperiencia y que su identidad sexual no está del todo establecida siente alguna atracción sexual latente hacia las mujeres, por eso el sofoco al encontrarse con una puta desnuda en el cuarto de Durr, y luego fue a su cuarto a tocarse, que se intuye leyendo esa entrada del diario, aunque le de vergüenza ponerlo por escrito. Atracción y vulnerabilidad que es vilmente aprovechada por la señora Danvers.
En las conversaciones con Z., Ania siente mucha vergüenza y trata de evitar ser sexualmente explícita, por la falta de vocabulario y porque es normal ser tímida, cuéntale tu vida íntima a un desconocido si ni te atreves a escribirlo en tu diario, y confiesa a duras penas que en realidad pese a todo lo malo, estaba gozando bastante del sexo con Danvers, pero esto le genera un gran conflicto por el sentimiento de culpa, porque no es consentido, por la violencia implicada, y porque es contra natura. Lo perverso de Danvers no es que abuse de Ania físicamente, si no que con su lavado de cerebro, Ania acepte los abusos y disculpe a su agresora.
Ya que te parece interesante, y supongo que a los demás lectores también, lo desarrollaré, para acabar de contarlo.
Creo que seguiré hoy.
-
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Re: La sangre de los zombis
NARRACIÓN
— Sé donde hay cuerda.
- ¡¿QUÉ!? ¿Dónde?
— Aquí. Arriba. En la oficina de Danvers.
- ¿Por qué no lo has dicho antes??
— No sé. Lo olvidé — ante tu expresión de incredulidad, Ania admite — Sólo es que ... me daba vergüenza. Pero ahora lo sabes todo sobre eso... — baja la vista.
Cuando te lo ha dicho, te han entrado ganas de darle una bofetada, ahora te calmas al entender el motivo de su "olvido".
- Vamos. Muéstrame el camino. — coges la metralleta, no crees que la necesites, pero te sientes mejor si la llevas.
Decides subir por el ascensor. Razonas que está lo bastante lejos para que Durr no oiga el ruido de la maquinaria, y estás cansado como para subir por las escaleras hasta el penúltimo piso, además que es más arriesgado porque pasas más tiempo sin poder ver por la ventana lo que ocurre en el patio.
Ania te acompaña hasta la puerta, pero tienes la delicadeza de decirle que espere fuera mientras buscas, no quieres incomodarla.
La infame "oficina" es en realidad una gran habitación, del tamaño de un gimnasio de escuela. Impresión que se ve reforzada por objetos familiares, como una espaldera de madera en la pared, colchonetas, un potro, y lo que parecen unas barras paralelas, pero ahí acaba el parecido con un gimnasio.
El otro mobiliario de la habitación es una mezcla entre mazmorra de la Inquisición, sala de torturas de la Gestapo, consulta de un cirujano, jaulas del zoo, plató de rodaje de películas porno, y laboratorio de científico loco. Hay también andamios de tubos de acero parecido a los de las obras en fachadas, y más sogas y aparejos de poleas que en un yate de vela grande. Con meticulosidad y orden típicamente germánicas, en las paredes hay colgados una rica y variada selección de fustas, látigos y gatos de nueve colas o como se llamen esas cosas para fustigar, grilletes de cuero y acero, collares, esposas, correas... y otros artilugios de tortura y juguetes sexuales, algunos que reconoces por haber visto en los sex shops, y otros que sólo puedes imaginar para qué sirven.
Abrumado ante el despliegue de parafernalia fetichista, y admites que el cuero y los látigos te dan morbo, sólo atinas a menear la cabeza y musitar: Joder, lo que se complican la vida algunos para follar.
No puedes por menos de admirar el virtuosismo ténico de todo esto, aunque no lo compartas, e impresionarte la fortuna que ha debido costar todo esto.
Sacudes la cabeza y te adentras en esa jungla de artefactos para la perversión para encontrar lo que venías a buscar. ¡Ahí está! En un lugar accesible encuentras un soporte de carretes de rollos de cuerda de distintos tipos, y también de cadenas de distintos grosores, como en las ferreterías. También hay unas tijeras afiladas y unas tenazas para cortar metal a mano. Esto explica por qué encontraste cuerda de escalada, y también poleas de acero, en el almacén del sótano donde conociste a Boris y Gregor. Entonces te produjo sorpresa y extrañeza, la única cuerda que hay en una casa normal es la de tender la ropa. No podías creer en tu buena suerte, pues era una coincidencia improbable que los moradores del castillo practicaran el alpinismo. Ahora que sabes que al propietario es aficionado al bondage japonés se explica por qué había varios rollos de cuerda en el almacén, cuerda con la que lograste bajar de la torre en la que te quedaste atrapado. "El mal lleva en sí las semillas de su propia destrucción" sentencias filosófico.
Examinas los carretes de cuerda, y reparas que en una mesita también hay varios rollos de cinta aislante, metálica como la de fontanero, y negra. Te lleva unos segundos recordar, por fotos porno que has visto, que también se usan para el bondage y prácticas de "momificación". Joder, hasta el nombre suena siniestro.
Tratas de no pensar en lo que le hacían a Ania, y las otras chicas, aquí, y te acercas a la ventana para examinar el paisaje desde esta posición elevada y ver qué hay al norte del castillo. Cuando estabas en la torre y luego en el tejado no era el momento para disfrutar de las vistas.
— Sé donde hay cuerda.
- ¡¿QUÉ!? ¿Dónde?
— Aquí. Arriba. En la oficina de Danvers.
- ¿Por qué no lo has dicho antes??
— No sé. Lo olvidé — ante tu expresión de incredulidad, Ania admite — Sólo es que ... me daba vergüenza. Pero ahora lo sabes todo sobre eso... — baja la vista.
Cuando te lo ha dicho, te han entrado ganas de darle una bofetada, ahora te calmas al entender el motivo de su "olvido".
- Vamos. Muéstrame el camino. — coges la metralleta, no crees que la necesites, pero te sientes mejor si la llevas.
Decides subir por el ascensor. Razonas que está lo bastante lejos para que Durr no oiga el ruido de la maquinaria, y estás cansado como para subir por las escaleras hasta el penúltimo piso, además que es más arriesgado porque pasas más tiempo sin poder ver por la ventana lo que ocurre en el patio.
Ania te acompaña hasta la puerta, pero tienes la delicadeza de decirle que espere fuera mientras buscas, no quieres incomodarla.
La infame "oficina" es en realidad una gran habitación, del tamaño de un gimnasio de escuela. Impresión que se ve reforzada por objetos familiares, como una espaldera de madera en la pared, colchonetas, un potro, y lo que parecen unas barras paralelas, pero ahí acaba el parecido con un gimnasio.
El otro mobiliario de la habitación es una mezcla entre mazmorra de la Inquisición, sala de torturas de la Gestapo, consulta de un cirujano, jaulas del zoo, plató de rodaje de películas porno, y laboratorio de científico loco. Hay también andamios de tubos de acero parecido a los de las obras en fachadas, y más sogas y aparejos de poleas que en un yate de vela grande. Con meticulosidad y orden típicamente germánicas, en las paredes hay colgados una rica y variada selección de fustas, látigos y gatos de nueve colas o como se llamen esas cosas para fustigar, grilletes de cuero y acero, collares, esposas, correas... y otros artilugios de tortura y juguetes sexuales, algunos que reconoces por haber visto en los sex shops, y otros que sólo puedes imaginar para qué sirven.
Abrumado ante el despliegue de parafernalia fetichista, y admites que el cuero y los látigos te dan morbo, sólo atinas a menear la cabeza y musitar: Joder, lo que se complican la vida algunos para follar.
No puedes por menos de admirar el virtuosismo ténico de todo esto, aunque no lo compartas, e impresionarte la fortuna que ha debido costar todo esto.
Sacudes la cabeza y te adentras en esa jungla de artefactos para la perversión para encontrar lo que venías a buscar. ¡Ahí está! En un lugar accesible encuentras un soporte de carretes de rollos de cuerda de distintos tipos, y también de cadenas de distintos grosores, como en las ferreterías. También hay unas tijeras afiladas y unas tenazas para cortar metal a mano. Esto explica por qué encontraste cuerda de escalada, y también poleas de acero, en el almacén del sótano donde conociste a Boris y Gregor. Entonces te produjo sorpresa y extrañeza, la única cuerda que hay en una casa normal es la de tender la ropa. No podías creer en tu buena suerte, pues era una coincidencia improbable que los moradores del castillo practicaran el alpinismo. Ahora que sabes que al propietario es aficionado al bondage japonés se explica por qué había varios rollos de cuerda en el almacén, cuerda con la que lograste bajar de la torre en la que te quedaste atrapado. "El mal lleva en sí las semillas de su propia destrucción" sentencias filosófico.
Examinas los carretes de cuerda, y reparas que en una mesita también hay varios rollos de cinta aislante, metálica como la de fontanero, y negra. Te lleva unos segundos recordar, por fotos porno que has visto, que también se usan para el bondage y prácticas de "momificación". Joder, hasta el nombre suena siniestro.
Tratas de no pensar en lo que le hacían a Ania, y las otras chicas, aquí, y te acercas a la ventana para examinar el paisaje desde esta posición elevada y ver qué hay al norte del castillo. Cuando estabas en la torre y luego en el tejado no era el momento para disfrutar de las vistas.
Última edición por El Analandés el 07-Nov-2016, 17:44, editado 1 vez en total.
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Re: La sangre de los zombis
Estabas equivocado. El camino al oeste de vuelta al pueblo no es la única salida.
Pensabas eso porque la carretera, apenas un camino mal asfaltado, termina en el castillo, que se halla en un risco, un espolón en el flanco de la montaña, y domina el valle entre las cumbres. Pero el valle no termina aquí si no que sigue, formando un paso entre los Cárpatos orientales hacia Moldavia, y al sur los Cárpatos doblan en ángulo y corren de este a oeste, formando la frontera con Valaquia al sur. Tus conocimientos de la geografía de Romania son muy imprecisos, pero sabes que ésta es una región salvaje, un parque nacional, y que si hay poblaciones al otro lado de las montañas, siguendo el valle, están bastante más lejos que el pueblo al oeste, pero aunque no haya carreteras que atraviesen esta región, puedes ver que antaño pasaba un camino por el valle, aunque hoy en día sólo lo usen excursionistas o algún pastor que lleve el rebaño a los pastos de montaña.
Reflexionas. Ahora te explicas la presencia de este castillo en medio de ninguna parte. Hace siglos que dejó de ser una fortaleza y no era más que un cuartel, luego convertido en presidio, y al cabo, caserón de vacaciones para aficionados a la montaña y la caza. Pero en la Edad Media, antes de que los turcos conquistaran el país, debía servir para controlar el paso por este valle.
O igual es mucho más antiguo, meditas, el camino que se aleja por el valle parece sospechosamente rectilíneo, ¿una calzada?. La planta rectangular del castillo, su tamaño, las torres cuadradas... sospechas que esto fue un antiguo castro romano. Una guarnición para controlar este paso, un fuerte para albergar una cohorte, de los tiempos anteriores a la conquista de la Dacia por Trajano. La cordillera de los Cárpatos era entonces el limes entre las provincias romanas y los bárbaros.
La Dacia fue abandonada por los romanos como otras provincias a medida que el decadente imperio se desmoronaba y se replegaba. Mucho más tarde, en la Edad Media, los húngaros, cuando conquistaron Transilvania, debieron edificar un castillo aquí sobre los cimientos del antiguo fuerte romano. Si mal no recuerdas, los turcos en el siglo XVI no llegaron a conquistar Transilvania, que como Valaquia, eran principados tributarios de la Sublime Puerta.
Los imperios se alzan y caen, y a su vez los otomanos fueron derrotados por los austríacos en el siglo XVIII, y se anexionaron Transilvania, como parte de Hungría. Entonces fue cuando debieron construir el castillo con su aspecto actual, aprovechando el foso y las torres del viejo castillo medieval en su trazado. De campamento de los legionarios romanos, a castillo de guerreros medievales, a cuartel de los fusileros de blancas casacas de los emperadores Habsburgo...
"Precioso. Deberías dedicarte a escribir guías turísticas. Ahora despierta y mueve el culo, y mira como vamos a salir de aquí" dice una de las voces en tu cabeza, el cabrón sarcástico.
"Tiene razón. No es momento para pensar en viejas historias. El foso, ¿cómo vamos a escalarlo? ¿Podremos huir en la otra dirección, al este? " — replica la voz sensata.
- Callaros los dos de una vez. Cuando esto acabe voy a tener una conversación muy seria con vosotros — dice otra.
Parpadeas sorprendido porque no habías terminado el hilo de tus pensamientos y la interrupción te molesta. Las voces en tu cabeza te inquietan ¿te has vuelto chalado? ¿O sólo es que te pones a divagar distraído y te imaginas diálogos en tu sesera? ¿Tendría razón Freud con lo del subconsciente y el ego y tal? Y ya puestos, ¿por qué te acuerdas de Freud si jamás te interesó toda esa palabrería psicológica de ese charlatán y lo único que sabes es lo que tuviste que leer en el libro de texto de Filosofía y algo que recuerdas de alguna revista?
Piensas un momento y entonces recuerdas. Y sueltas una risita. Ya sabes de dónde has sacado esa idea de las voces. De aquel cómic de una guerra futurista, Rogue Trooper, en el que un supersoldado de piel azul creado por la ingeniería genética vagaba por la superficie desolada de un planeta arrasado por la guerra nuclear y química, con la única compañía de los biochips parlantes con las personalidades de sus camaradas muertos, que estaban puestos en su equipo, uno en el fusil, otro en la mochila, y el otro en el casco. Podría ser peor, podrías estar hablando "con mi preciosooooooo". Nada, ni siquiera eso te hace gracia.
Puede que el encierro y la tensión mortal de estas últimas horas hagan que estés un poco mal de la cabeza, quiero decir, peor de lo habitual, pero te sientes aliviado al darte cuenta de que no eres esquizófrenico, ni tienes alucinaciones, ni mucho menos te están hablando el inconsciente y el alter ego y su puta madre. Sencillamente, ante la soledad y la tensión, tu mente se está inventando esas conversaciones en la cabeza como alivio y para presentar distintos puntos de vista. Te sientes mucho mejor que sean simples delirios de friki obsesionado, no algo peor. No deberías estar perdiendo el tiempo en ensoñaciones, pero cuando te pones a pensar en algo, te obsesionas, y por experiencia, mejor que acabes con ello para poder pensar en otra cosa. A ver, por dónde ibas antes de que te interrumpieran...
Eso era. Si esto era un paso ¿por qué no hay camino ni carretera? Bueno, en primer lugar está claro que esto no era más que una ruta secundaria, de lo contrario habrían construido una fortaleza más grande. También que cuando cambió la marea de la historia y las fronteras avanzaron, este lugar perdió su importancia militar. Si el cuartel no fue abandonado es porque seguramente lo reciclaron como cárcel, y las rejas en las ventanas que dan al exterior y tanta puerta de gruesa madera y con herrajes dan fe de ello. Una prisión en un paraje agreste y despoblado es muy segura. Seguramente algún revolucionario rumano o rebelde contra la corona Imperial y Real estuvo preso aquí. A lo largo de las décadas muchos han debido languidecer tras estos muros, hasta llegar al último prisionero: Tú.
No crees que durante la dictadura comunista el castillo fuera una prisión. Seguramente ya en el siglo XX era un albergue para la caza, primero para los aristócratas, y luego para los jerarcas del partido comunista.
Hoy en día cuesta hacer carreteras que atraviesen las montañas, apenas hay que crucen los Cárpatos. Y hace siglo y medio, todavía era más difícil hacer obras para que el ferrocarril cruce las montañas. Como el ferrocarril no puede salvar grandes desniveles, tienes que hacer montones de costosos viaductos, o túneles aún más costosos, entonces mejor trazar los ferrocarriles para que vayan de norte a sur, paralelos a los Cárpatos, y den un rodeo a las montañas. Igual para las carreteras.
Resoplas. Es posible huir del castillo hacia el Este, y aún sin brújula, ni mapas, si sigues el curso del valle hay una posibilidad razonable de no perderse, y si caminas lo suficiente, acabarás llegando a alguna parte. El problema es que hay unos veinte kilómetros al Oeste hasta el pueblo más cercano, y si cruzas las montañas, será por lo menos el doble, teniendo en cuenta ascensos y vueltas y estando herido, y agotado...Todavía hace calor, pero eso implicará pasar una noche al raso como mínimo. ¿Te llegará el agua para ese viaje? Ha hecho mucho calor, estamos al final del verano y aún no han llegado las lluvias, por lo que no es probable encontrar un arroyo o una charca.
Te rascas la barba pensativo. Quizá pudieras sorprenderlos al ir en esa dirección inesperada, pero teniendo coche, podrían en menos de una hora volver al castillo, y de allí perseguiros. Sólo hay un camino, y aún sin perros no les costaría mucho seguiros el rastro y alcanzaros. Casi que mejor sería intentar llegar al pueblo, burlar la vigilancia de Durr y avisar a la policía local.
Ya veremos. Ahora, a ver cómo puedes escalar el foso. Desciendes de tus ensoñaciones y bajas la vista.
Pensabas eso porque la carretera, apenas un camino mal asfaltado, termina en el castillo, que se halla en un risco, un espolón en el flanco de la montaña, y domina el valle entre las cumbres. Pero el valle no termina aquí si no que sigue, formando un paso entre los Cárpatos orientales hacia Moldavia, y al sur los Cárpatos doblan en ángulo y corren de este a oeste, formando la frontera con Valaquia al sur. Tus conocimientos de la geografía de Romania son muy imprecisos, pero sabes que ésta es una región salvaje, un parque nacional, y que si hay poblaciones al otro lado de las montañas, siguendo el valle, están bastante más lejos que el pueblo al oeste, pero aunque no haya carreteras que atraviesen esta región, puedes ver que antaño pasaba un camino por el valle, aunque hoy en día sólo lo usen excursionistas o algún pastor que lleve el rebaño a los pastos de montaña.
Reflexionas. Ahora te explicas la presencia de este castillo en medio de ninguna parte. Hace siglos que dejó de ser una fortaleza y no era más que un cuartel, luego convertido en presidio, y al cabo, caserón de vacaciones para aficionados a la montaña y la caza. Pero en la Edad Media, antes de que los turcos conquistaran el país, debía servir para controlar el paso por este valle.
O igual es mucho más antiguo, meditas, el camino que se aleja por el valle parece sospechosamente rectilíneo, ¿una calzada?. La planta rectangular del castillo, su tamaño, las torres cuadradas... sospechas que esto fue un antiguo castro romano. Una guarnición para controlar este paso, un fuerte para albergar una cohorte, de los tiempos anteriores a la conquista de la Dacia por Trajano. La cordillera de los Cárpatos era entonces el limes entre las provincias romanas y los bárbaros.
La Dacia fue abandonada por los romanos como otras provincias a medida que el decadente imperio se desmoronaba y se replegaba. Mucho más tarde, en la Edad Media, los húngaros, cuando conquistaron Transilvania, debieron edificar un castillo aquí sobre los cimientos del antiguo fuerte romano. Si mal no recuerdas, los turcos en el siglo XVI no llegaron a conquistar Transilvania, que como Valaquia, eran principados tributarios de la Sublime Puerta.
Los imperios se alzan y caen, y a su vez los otomanos fueron derrotados por los austríacos en el siglo XVIII, y se anexionaron Transilvania, como parte de Hungría. Entonces fue cuando debieron construir el castillo con su aspecto actual, aprovechando el foso y las torres del viejo castillo medieval en su trazado. De campamento de los legionarios romanos, a castillo de guerreros medievales, a cuartel de los fusileros de blancas casacas de los emperadores Habsburgo...
"Precioso. Deberías dedicarte a escribir guías turísticas. Ahora despierta y mueve el culo, y mira como vamos a salir de aquí" dice una de las voces en tu cabeza, el cabrón sarcástico.
"Tiene razón. No es momento para pensar en viejas historias. El foso, ¿cómo vamos a escalarlo? ¿Podremos huir en la otra dirección, al este? " — replica la voz sensata.
- Callaros los dos de una vez. Cuando esto acabe voy a tener una conversación muy seria con vosotros — dice otra.
Parpadeas sorprendido porque no habías terminado el hilo de tus pensamientos y la interrupción te molesta. Las voces en tu cabeza te inquietan ¿te has vuelto chalado? ¿O sólo es que te pones a divagar distraído y te imaginas diálogos en tu sesera? ¿Tendría razón Freud con lo del subconsciente y el ego y tal? Y ya puestos, ¿por qué te acuerdas de Freud si jamás te interesó toda esa palabrería psicológica de ese charlatán y lo único que sabes es lo que tuviste que leer en el libro de texto de Filosofía y algo que recuerdas de alguna revista?
Piensas un momento y entonces recuerdas. Y sueltas una risita. Ya sabes de dónde has sacado esa idea de las voces. De aquel cómic de una guerra futurista, Rogue Trooper, en el que un supersoldado de piel azul creado por la ingeniería genética vagaba por la superficie desolada de un planeta arrasado por la guerra nuclear y química, con la única compañía de los biochips parlantes con las personalidades de sus camaradas muertos, que estaban puestos en su equipo, uno en el fusil, otro en la mochila, y el otro en el casco. Podría ser peor, podrías estar hablando "con mi preciosooooooo". Nada, ni siquiera eso te hace gracia.
Puede que el encierro y la tensión mortal de estas últimas horas hagan que estés un poco mal de la cabeza, quiero decir, peor de lo habitual, pero te sientes aliviado al darte cuenta de que no eres esquizófrenico, ni tienes alucinaciones, ni mucho menos te están hablando el inconsciente y el alter ego y su puta madre. Sencillamente, ante la soledad y la tensión, tu mente se está inventando esas conversaciones en la cabeza como alivio y para presentar distintos puntos de vista. Te sientes mucho mejor que sean simples delirios de friki obsesionado, no algo peor. No deberías estar perdiendo el tiempo en ensoñaciones, pero cuando te pones a pensar en algo, te obsesionas, y por experiencia, mejor que acabes con ello para poder pensar en otra cosa. A ver, por dónde ibas antes de que te interrumpieran...
Eso era. Si esto era un paso ¿por qué no hay camino ni carretera? Bueno, en primer lugar está claro que esto no era más que una ruta secundaria, de lo contrario habrían construido una fortaleza más grande. También que cuando cambió la marea de la historia y las fronteras avanzaron, este lugar perdió su importancia militar. Si el cuartel no fue abandonado es porque seguramente lo reciclaron como cárcel, y las rejas en las ventanas que dan al exterior y tanta puerta de gruesa madera y con herrajes dan fe de ello. Una prisión en un paraje agreste y despoblado es muy segura. Seguramente algún revolucionario rumano o rebelde contra la corona Imperial y Real estuvo preso aquí. A lo largo de las décadas muchos han debido languidecer tras estos muros, hasta llegar al último prisionero: Tú.
No crees que durante la dictadura comunista el castillo fuera una prisión. Seguramente ya en el siglo XX era un albergue para la caza, primero para los aristócratas, y luego para los jerarcas del partido comunista.
Hoy en día cuesta hacer carreteras que atraviesen las montañas, apenas hay que crucen los Cárpatos. Y hace siglo y medio, todavía era más difícil hacer obras para que el ferrocarril cruce las montañas. Como el ferrocarril no puede salvar grandes desniveles, tienes que hacer montones de costosos viaductos, o túneles aún más costosos, entonces mejor trazar los ferrocarriles para que vayan de norte a sur, paralelos a los Cárpatos, y den un rodeo a las montañas. Igual para las carreteras.
Resoplas. Es posible huir del castillo hacia el Este, y aún sin brújula, ni mapas, si sigues el curso del valle hay una posibilidad razonable de no perderse, y si caminas lo suficiente, acabarás llegando a alguna parte. El problema es que hay unos veinte kilómetros al Oeste hasta el pueblo más cercano, y si cruzas las montañas, será por lo menos el doble, teniendo en cuenta ascensos y vueltas y estando herido, y agotado...Todavía hace calor, pero eso implicará pasar una noche al raso como mínimo. ¿Te llegará el agua para ese viaje? Ha hecho mucho calor, estamos al final del verano y aún no han llegado las lluvias, por lo que no es probable encontrar un arroyo o una charca.
Te rascas la barba pensativo. Quizá pudieras sorprenderlos al ir en esa dirección inesperada, pero teniendo coche, podrían en menos de una hora volver al castillo, y de allí perseguiros. Sólo hay un camino, y aún sin perros no les costaría mucho seguiros el rastro y alcanzaros. Casi que mejor sería intentar llegar al pueblo, burlar la vigilancia de Durr y avisar a la policía local.
Ya veremos. Ahora, a ver cómo puedes escalar el foso. Desciendes de tus ensoñaciones y bajas la vista.
Última edición por El Analandés el 10-Nov-2016, 18:23, editado 1 vez en total.
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Re: La sangre de los zombis
No vas a salir vivo de aquí.
Asomado a la ventana la desesperación te abruma al comprender que no hay forma de escalar el foso. A nivel del suelo no te habías fijado, pero desde aquí ves que el foso está rodeado por un parapeto de piedra, para evitar que la gente se caiga en él. El parapeto es grueso y de piedra sólida, no hay nada, ni aristas a lo que se pueda agarrar el gancho de carnicero que tienes. Ni siquiera con un arpeo de escalada con tres o cuatro garfios podrías conseguir que se enganchara. En las películas se engancha en el ángulo que forma la almena con el muro, pero aquí nada de nada.
Febrilmente piensas si no será posible improvisar una especie de ancla, a lo mejor encajando esos tubos de acero, pero lo descartas. No podrías darle la forma necesaria, y pesaría demasiado para arrojarlo. Otra posibilidad. Volver a la cámara frigorífica a por más ganchos. No. Imposible. Son demasiado pequeños.
Enfocas el problema de otra forma. ¿Y si en vez de una cuerda usas una escalera? ¡Ay, si tuvieras todavía la escalerilla metálica del ático! Quizá puedas improvisar una con lo que hay aquí. ¿La espaldera? Demasiado grande y pesada. ¿El andamiaje ese de tubos de metal que emplean para suspender a la esclava? Los miras y niegas con la cabeza. Aunque el conjunto tiene ruedas y puedes moverlo, aunque lo desmontes las piezas son demasiado grandes para hacerlas pasar por la ventana. O quizá podrías, pero en su lado más largo no mide mucho más de dos metros. Si pudieras empalmarlos cuatro o cinco metros como mucho. Te quedarías corto y más todavía porque tendrías que apoyarlo en un ángulo para que no cayera. Aparte de que desmontarlo, bajarlo al foso, montarlo allí otra vez te llevaría más de una hora, suponiendo que encuentres herramientas. Ya son complicados los muebles de Ikea como para jugar al Mecano en el foso, con el peligro de que oigan el ruido y tus enemigos se acerquen a investigar.
Miras a ver si del conjunto se puede sacar una escalera, o aunque sea una simple barra con travesaños a intervalos. Frustrado admites que con tiempo y ganas a lo mejor podrías configurar los elementos para hacer una escala, pero no tienes tiempo.
¿Y apilando trastos para subir? ¿Qué tal las jaulas? Hay una jaula de ahorcado suspendida y otra que parece una jaula para perros. O perras. Pesa demasiado y tendrías que desmontarla. Y aún apiladas una encima de la otra se quedan cortas.
¿Y si te haces una escalera con tablones? Necesitarías arrancar madera de las puertas y de las paredes de la oficina de Durr. Te hacen falta herramientas de carpintero. Sierra, martillo y clavos. No las tienes. En el garaje no habrá de eso, estarán en el almacén de herramientas, al que no puedes llegar sin que te vean. Y si lo consigues el ruido de martillazos les alertará sobre lo que pretendes hacer y cruzarán el patio o el pasillo a la carrera para caer sobre ti, porque sabrán que estás ocupado y no tienen que temer que les dispares.
Maldices frustrado y descargas tu puño con rabia sobre la madera de la mesa de tortura, con correas y grilletes para pies y manos. Te masajeas el puño dolorido y respiras hondo, tratando de pensar. Todos estos trastos no te sirven de nada, aunque las cuerdas y la cinta adhesiva te dan ideas.
Sales al pasillo. Ania, que vigilaba por la ventana a Durr y sus matones, te pregunta qué hacías ahí dentro. Le comunicas las malas noticias, y a pesar de su incomodidad, la llevas a través de la sala hasta la ventana y le explicas por qué no es posible escalar el foso.
— Entonces, ¿no hay salida? — dice abatida y con resignación — supongo que lo mejor será que me entregue, entonces.
-No, no tengo otra opción. Debo pelear con ellos.
— ¡Pero te matarán!
Vas a decir algo, pero te agarra del brazo y te aprieta suplicante.
— Escucha. Te agradezco que intentes salvarme. Pero los hombres de Durr son asesinos...
- Yo también lo soy. He matado a muchos.
— Lo sé, pero es diferente. Los infestados no tenían armas, y ellos sí.. Tú no eres soldado, ni policía. Ellos son más que tú y tienen ametralladoras. Soy sólo una chica, pero comprendo que no tienes ni una oportunidad. No puedo dejarte hacer esto. Escóndete, por favor. No mueras por mí.
Otra vez con lo mismo. Qué testaruda es la muchacha. Casi tanto como tú ¿Cómo decir que no, cuando esos ojos azules te traspasan el alma? Respiras hondo y te sueltas.
- Escucha Ania. El número no lo es todo, y las armas no cuentan, sólo quienes las usan. Creo que soy más listo que ellos. Y tengo una idea que puede funcionar. Si no, siempre podemos rendirnos. Ahora, sé buena chica. Necesito tu ayuda. Ve abajo y coge el telescopio. Si pesa mucho para ti, ponlo en el carrito de la comida. Y trae también la mochila. ¡Date prisa!
Y con una palmada en su firme trasero la pones en marcha. Mientras esperas tras por la ventana al cielo y luego al patio y a las posiciones de tus enemigos. Parece que no sospechan nada y siguen a la espera.
Te sientes más sereno ahora que por fin has tomado una decisión, o mejor dicho, las circunstancias sólo te dejan una única elección:
Vencer o morir.
(continuará, según inspiración y tiempo. Espero que os haya gustado esta breve digresión histórica sobre el origen y la historia del castillo, las alusiones frikis a Rogue Trooper, y la frustración que como jugador experimento con los quebraderos de cabeza intentando encontrar una forma de salir y ver cómo un ingenioso plan tras otro no resultan viables. Pero no está todo perdido, una afortunada serie de coincidencias y objetos que hemos ido encontrando permiten a Z. elaborar un plan
)
Asomado a la ventana la desesperación te abruma al comprender que no hay forma de escalar el foso. A nivel del suelo no te habías fijado, pero desde aquí ves que el foso está rodeado por un parapeto de piedra, para evitar que la gente se caiga en él. El parapeto es grueso y de piedra sólida, no hay nada, ni aristas a lo que se pueda agarrar el gancho de carnicero que tienes. Ni siquiera con un arpeo de escalada con tres o cuatro garfios podrías conseguir que se enganchara. En las películas se engancha en el ángulo que forma la almena con el muro, pero aquí nada de nada.
Febrilmente piensas si no será posible improvisar una especie de ancla, a lo mejor encajando esos tubos de acero, pero lo descartas. No podrías darle la forma necesaria, y pesaría demasiado para arrojarlo. Otra posibilidad. Volver a la cámara frigorífica a por más ganchos. No. Imposible. Son demasiado pequeños.
Enfocas el problema de otra forma. ¿Y si en vez de una cuerda usas una escalera? ¡Ay, si tuvieras todavía la escalerilla metálica del ático! Quizá puedas improvisar una con lo que hay aquí. ¿La espaldera? Demasiado grande y pesada. ¿El andamiaje ese de tubos de metal que emplean para suspender a la esclava? Los miras y niegas con la cabeza. Aunque el conjunto tiene ruedas y puedes moverlo, aunque lo desmontes las piezas son demasiado grandes para hacerlas pasar por la ventana. O quizá podrías, pero en su lado más largo no mide mucho más de dos metros. Si pudieras empalmarlos cuatro o cinco metros como mucho. Te quedarías corto y más todavía porque tendrías que apoyarlo en un ángulo para que no cayera. Aparte de que desmontarlo, bajarlo al foso, montarlo allí otra vez te llevaría más de una hora, suponiendo que encuentres herramientas. Ya son complicados los muebles de Ikea como para jugar al Mecano en el foso, con el peligro de que oigan el ruido y tus enemigos se acerquen a investigar.
Miras a ver si del conjunto se puede sacar una escalera, o aunque sea una simple barra con travesaños a intervalos. Frustrado admites que con tiempo y ganas a lo mejor podrías configurar los elementos para hacer una escala, pero no tienes tiempo.
¿Y apilando trastos para subir? ¿Qué tal las jaulas? Hay una jaula de ahorcado suspendida y otra que parece una jaula para perros. O perras. Pesa demasiado y tendrías que desmontarla. Y aún apiladas una encima de la otra se quedan cortas.
¿Y si te haces una escalera con tablones? Necesitarías arrancar madera de las puertas y de las paredes de la oficina de Durr. Te hacen falta herramientas de carpintero. Sierra, martillo y clavos. No las tienes. En el garaje no habrá de eso, estarán en el almacén de herramientas, al que no puedes llegar sin que te vean. Y si lo consigues el ruido de martillazos les alertará sobre lo que pretendes hacer y cruzarán el patio o el pasillo a la carrera para caer sobre ti, porque sabrán que estás ocupado y no tienen que temer que les dispares.
Maldices frustrado y descargas tu puño con rabia sobre la madera de la mesa de tortura, con correas y grilletes para pies y manos. Te masajeas el puño dolorido y respiras hondo, tratando de pensar. Todos estos trastos no te sirven de nada, aunque las cuerdas y la cinta adhesiva te dan ideas.
Sales al pasillo. Ania, que vigilaba por la ventana a Durr y sus matones, te pregunta qué hacías ahí dentro. Le comunicas las malas noticias, y a pesar de su incomodidad, la llevas a través de la sala hasta la ventana y le explicas por qué no es posible escalar el foso.
— Entonces, ¿no hay salida? — dice abatida y con resignación — supongo que lo mejor será que me entregue, entonces.
-No, no tengo otra opción. Debo pelear con ellos.
— ¡Pero te matarán!
Vas a decir algo, pero te agarra del brazo y te aprieta suplicante.
— Escucha. Te agradezco que intentes salvarme. Pero los hombres de Durr son asesinos...
- Yo también lo soy. He matado a muchos.
— Lo sé, pero es diferente. Los infestados no tenían armas, y ellos sí.. Tú no eres soldado, ni policía. Ellos son más que tú y tienen ametralladoras. Soy sólo una chica, pero comprendo que no tienes ni una oportunidad. No puedo dejarte hacer esto. Escóndete, por favor. No mueras por mí.
Otra vez con lo mismo. Qué testaruda es la muchacha. Casi tanto como tú ¿Cómo decir que no, cuando esos ojos azules te traspasan el alma? Respiras hondo y te sueltas.
- Escucha Ania. El número no lo es todo, y las armas no cuentan, sólo quienes las usan. Creo que soy más listo que ellos. Y tengo una idea que puede funcionar. Si no, siempre podemos rendirnos. Ahora, sé buena chica. Necesito tu ayuda. Ve abajo y coge el telescopio. Si pesa mucho para ti, ponlo en el carrito de la comida. Y trae también la mochila. ¡Date prisa!
Y con una palmada en su firme trasero la pones en marcha. Mientras esperas tras por la ventana al cielo y luego al patio y a las posiciones de tus enemigos. Parece que no sospechan nada y siguen a la espera.
Te sientes más sereno ahora que por fin has tomado una decisión, o mejor dicho, las circunstancias sólo te dejan una única elección:
Vencer o morir.
(continuará, según inspiración y tiempo. Espero que os haya gustado esta breve digresión histórica sobre el origen y la historia del castillo, las alusiones frikis a Rogue Trooper, y la frustración que como jugador experimento con los quebraderos de cabeza intentando encontrar una forma de salir y ver cómo un ingenioso plan tras otro no resultan viables. Pero no está todo perdido, una afortunada serie de coincidencias y objetos que hemos ido encontrando permiten a Z. elaborar un plan
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Re: La sangre de los zombis
COMENTARIOS SOBRE TIEMPO Y LUGAR
Al estar ambientada la historia en el año 2004, a pesar de ser una época reciente, y sin grandes cambios con respecto a la actual, sí que plantea problemas investigar qué tecnología había disponible. Por ejemplo, no había smartphones. Ni tampoco Google maps, que se desarrolló a partir de 2005. Y de todas formas no hay internet, así que como Z. no busque una guía de carreteras en alguno de los coches del garaje, o en la oficina, no tiene mapas del área circundante.
La localización geográfica del castillo se deja indeterminada, porque ni los mismos protagonistas tienen más que una vaga idea de dónde está ni saben el nombre del pueblo más cercano. Más a o menos a 80 km al ENE de Brasov. El pueblo más cercano podría ser el de Ghelința, con menos de cinco mil habitantes, la mayoría húngaros, lo que complica más la barrera del idioma. Aunque en ese caso Z. ha sobreestimado las distancias el doble, una exageración comprensible porque no pudo tomar nota cuando le secuestraron. En realidad desd el castillo son 10 km hasta el pueblo, y si va al Este, a través del parque nacional de Putna-Vrancea, son sólo 20 km hasta la aldea más cercana, de menos de cien habitantes. Pero si no encuentra la única carretera que lo atraviesa, puede estar días perdido en los bosques y montañas porque es una región totalmente despoblada.
De todas formas, una docena de kilómetros estando herido y agotado es demasiado incluso para alguien tan obstinado como Z.
SOBRE LA EDAD DE Z.
Z. es un trasunto autobiográfico del autor, cuando era más joven, más cínico, y más amargado, aunque como toda creación literaria, cobra vida propia. En este caso, como cuando los autores inevitablemente idealizan a su alter ego y se atribuyen las cualidades que les gustaría tener, yo he preferido por cautela recargar las tintas negativas. Yo no soy tan cabrón como el Z. de la historia, ni tan psicópata (o al menos eso espero), y en una interpretación que trata de ser realista, al meterme en la piel de mi yo del pasado, trato de no ser heroico si no de actuar por puro instinto de conservación egoísta. Z. afronta mil peligros, pero porque no le queda más remedio, sufriendo mucho, y su resolución flaquea muchas veces. Quién sabe, igual si yo me viera de verdad en esos peligros, sí sería un puto héroe. Pero los hérores son muy raros y me conformo con menos, los valientes no son tan raros. Además soy de la opinión de que el lector de librojuegos medio, como Z. es en el fondo un tipo con más cuajo y decisión que el común de los mortales.
Por lo demás, es un hecho comprobado que la guerra, las catástrofes, y en general, cualquier situación de peligro saca lo mejor y lo peor de las personas. Por eso las reacciones de Z. son extremas, para lo bueno y lo malo. Tengo que reconocer que lo de dejar a Boris tirado ahí, mientras agonizaba, sin preocuparse por él, estuvo mal, pero por otro lado, creo que muestra bastante abnegación al tratar de salvar a Ania a toda costa, no todos harían lo mismo. Y no hablo de los lectores de librojuegos, no digo que sean psicópatas como los protagonistas de los librojuegos, me refiero a los jugadores de rol, que estoy convencido de que más de uno con los que he jugado sería capaz de usar a Ania como rehén para escapar con vida.
En la interpretación trato de evitar chistes o cosas que haya aprendido en los últimos años y que igual serían útiles, pero el Z. mochilero de 2004 no podía saber.
Una cosa curiosa que me he fijado es que Z. es relativamente mayor, pero no lo aparenta. EDITO: Por eso Boris y Gregor no se toman en serio. Son mayores, de treinta y tantos, y no se lo toman en serio porque Z. les parece un chaval.
. Con 28 años Z. está en la plenitud de la vida, aunque mentalmente es de esos tipos que nació con cuarenta años. Si bien físicamente igual no está tan en buena forma como con veinte años, lo que es interesante es que mentalmente es mucho más fuerte y más preparado para la supervivencia, porque a esa edad ya se modera mucho la impulsividad e impaciencia de la juventud y se es más reflexivo.
Un personaje más joven y en mejor forma física habría tenido muchos menos problemas para matar a los infestados en el cuerpo a cuerpo, y en llevar a cabo acciones físicas no muy difíciles, pero que para Z. son toda una proeza. Pero por otra parte seguramente habría muerto por actuar sin pensar, o no se le habría ocurrido una forma de salir del atolladero. También con la edad se gana en confianza y seguridad en uno mismo. Boris y Gregor podían haber sobrevivido y escapado del castillo porque tenían la fuerza física, los medios y más posibilidades de escapar que Ania o Z., pero al ser bastante mayores eran reacios a correr riesgos y no se atervieron a hacerlo hasta que gracias a que Z. al escapar de la celda les dio una oportunidad.
Lo más importante de todo es la voluntad de vencer, o de sobrevivir. Y de eso, a pesar de sus carencias, Ania y Z. tienen mucho. ¿Será suficiente para lograr escapar?
Al estar ambientada la historia en el año 2004, a pesar de ser una época reciente, y sin grandes cambios con respecto a la actual, sí que plantea problemas investigar qué tecnología había disponible. Por ejemplo, no había smartphones. Ni tampoco Google maps, que se desarrolló a partir de 2005. Y de todas formas no hay internet, así que como Z. no busque una guía de carreteras en alguno de los coches del garaje, o en la oficina, no tiene mapas del área circundante.
La localización geográfica del castillo se deja indeterminada, porque ni los mismos protagonistas tienen más que una vaga idea de dónde está ni saben el nombre del pueblo más cercano. Más a o menos a 80 km al ENE de Brasov. El pueblo más cercano podría ser el de Ghelința, con menos de cinco mil habitantes, la mayoría húngaros, lo que complica más la barrera del idioma. Aunque en ese caso Z. ha sobreestimado las distancias el doble, una exageración comprensible porque no pudo tomar nota cuando le secuestraron. En realidad desd el castillo son 10 km hasta el pueblo, y si va al Este, a través del parque nacional de Putna-Vrancea, son sólo 20 km hasta la aldea más cercana, de menos de cien habitantes. Pero si no encuentra la única carretera que lo atraviesa, puede estar días perdido en los bosques y montañas porque es una región totalmente despoblada.
De todas formas, una docena de kilómetros estando herido y agotado es demasiado incluso para alguien tan obstinado como Z.
SOBRE LA EDAD DE Z.
Z. es un trasunto autobiográfico del autor, cuando era más joven, más cínico, y más amargado, aunque como toda creación literaria, cobra vida propia. En este caso, como cuando los autores inevitablemente idealizan a su alter ego y se atribuyen las cualidades que les gustaría tener, yo he preferido por cautela recargar las tintas negativas. Yo no soy tan cabrón como el Z. de la historia, ni tan psicópata (o al menos eso espero), y en una interpretación que trata de ser realista, al meterme en la piel de mi yo del pasado, trato de no ser heroico si no de actuar por puro instinto de conservación egoísta. Z. afronta mil peligros, pero porque no le queda más remedio, sufriendo mucho, y su resolución flaquea muchas veces. Quién sabe, igual si yo me viera de verdad en esos peligros, sí sería un puto héroe. Pero los hérores son muy raros y me conformo con menos, los valientes no son tan raros. Además soy de la opinión de que el lector de librojuegos medio, como Z. es en el fondo un tipo con más cuajo y decisión que el común de los mortales.
Por lo demás, es un hecho comprobado que la guerra, las catástrofes, y en general, cualquier situación de peligro saca lo mejor y lo peor de las personas. Por eso las reacciones de Z. son extremas, para lo bueno y lo malo. Tengo que reconocer que lo de dejar a Boris tirado ahí, mientras agonizaba, sin preocuparse por él, estuvo mal, pero por otro lado, creo que muestra bastante abnegación al tratar de salvar a Ania a toda costa, no todos harían lo mismo. Y no hablo de los lectores de librojuegos, no digo que sean psicópatas como los protagonistas de los librojuegos, me refiero a los jugadores de rol, que estoy convencido de que más de uno con los que he jugado sería capaz de usar a Ania como rehén para escapar con vida.
En la interpretación trato de evitar chistes o cosas que haya aprendido en los últimos años y que igual serían útiles, pero el Z. mochilero de 2004 no podía saber.
Una cosa curiosa que me he fijado es que Z. es relativamente mayor, pero no lo aparenta. EDITO: Por eso Boris y Gregor no se toman en serio. Son mayores, de treinta y tantos, y no se lo toman en serio porque Z. les parece un chaval.
. Con 28 años Z. está en la plenitud de la vida, aunque mentalmente es de esos tipos que nació con cuarenta años. Si bien físicamente igual no está tan en buena forma como con veinte años, lo que es interesante es que mentalmente es mucho más fuerte y más preparado para la supervivencia, porque a esa edad ya se modera mucho la impulsividad e impaciencia de la juventud y se es más reflexivo.
Un personaje más joven y en mejor forma física habría tenido muchos menos problemas para matar a los infestados en el cuerpo a cuerpo, y en llevar a cabo acciones físicas no muy difíciles, pero que para Z. son toda una proeza. Pero por otra parte seguramente habría muerto por actuar sin pensar, o no se le habría ocurrido una forma de salir del atolladero. También con la edad se gana en confianza y seguridad en uno mismo. Boris y Gregor podían haber sobrevivido y escapado del castillo porque tenían la fuerza física, los medios y más posibilidades de escapar que Ania o Z., pero al ser bastante mayores eran reacios a correr riesgos y no se atervieron a hacerlo hasta que gracias a que Z. al escapar de la celda les dio una oportunidad.
Lo más importante de todo es la voluntad de vencer, o de sobrevivir. Y de eso, a pesar de sus carencias, Ania y Z. tienen mucho. ¿Será suficiente para lograr escapar?
Última edición por El Analandés el 11-Nov-2016, 12:28, editado 1 vez en total.
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Re: La sangre de los zombis
NARRACIÓN
Te olvidaste de decir a Ania que querías que te llevara el telescopio al primer piso, no al tercero, pero al menos te ha traído la mochila. Le das instrucciones para que lo coloque en el pasillo, enfrente de la ventana que está exactamente alineada con la puerta del castillo. Ania obedece, sin quejarse por tu despiste. Tú metes varias cosas en la mochila y bajas en el ascensor para unirte a ella y preparar el invento.
— ¿Qué estás haciendo? — pregunta Ania curiosa mientras te ve trastear con el telescopio y su trípode.
- Algo que haría MacGyver.
— ¿Quién es MacGyver?
La juventud de hoy no conoce a los clásicos.
- Un tipo listo.
— Ah...¿como tú?
- Yo soy más guapo.
Ania calla perpleja. Le explicas tu plan, mientras haces ajustes:
- Ellos tienen más armas y más balas, cierto. Pero las balas viajan en línea recta. Al menos a corta distancia. Si estás detrás de un muro grueso, no te pueden hacer daño, como antes, cuando Durr nos disparó. Y si no te ven, tampoco te pueden disparar. ¿Comprendes? Así es como me puedo acercar tanto a Durr. Cuando fuimos a la cocina, ¿recuerdas que pasamos justo por debajo? Para subir hasta él, tengo que salir al patio, y en esos segundos me pueden matar.
— He comprendido. ¿Y cómo vas a evitarlo?
- Necesito una distracción. Necesito distraerlos con algo para que no se fijen en mí. Te dije que vamos a quemar cosas para hacer humo. En realidad no espero llenar el patio de humo, pero espero que los infestados detrás de la alambrada se asusten del fuego y se alejen de las puertas. Como te dije, necesito tu ayuda. Tendrás que salir fuera, abrir la puerta a los infectados, y correr de vuelta a esconderte. Los leprosos saldrán y los guardias y Durr estarán ocupados matándolos, lo que me da la oportunidad de acercarme a Durr.
Eso es todo lo que tienes que hacer, salir, abrir la puerta y volver. Te advierto que puede ser peligroso. No creo que te disparen, pero pueden herirte o matarte por accidente. Es una posibilidad muy pequeña, pero creo que debes saberlo — le dices mirándolo a los ojos.
Ania rehúye tu mirada y se queda pensativa. Juguetea con el relicario, se pasa una mano por la cara, se aparta el pelo... todos signos de inquietud, mientras piensa en las implicaciones de lo que has dicho.
— De acuerdo. Estoy asustada. Pero no puedo soportarlo más. Confío en ti. Lo haré.
Una chica valiente. Mejor será que esto funcione, no podrás vivir si a ella le pasa algo.
- Buena chica. Ya te explicaré los detalles luego. Lo único que tienes que saber es que saldrás por la puerta gritando a Durr que no disparen. Que estoy loco y que te voy a matar. Eso es para que no disparen. Con el humo y a distancia, no te verán bien, te acercarás hasta la puerta, y cuando oigas disparos, con la pistola que te daré, y llevarás oculta, abrirás los candados de las puertas a tiros. Así saldrán los leprosos de la jaula y ellos tendrán un gran problema. Después de abrir la puerta, corre de vuelta adentro, para que los infectados no te persigan, y te escondes hasta que termine todo.
— Comprendo. ¿Vas a dispararles?
- Sí, es una distracción dentro de otra. Cuando tú salgas, estarán distraídos mirándote a ti. Cuando yo dispare, dejarán de mirarte y me dispararán a mí - haces gestos con las manos como un prestidigitador — Entonces no podrán ver lo que haces ni te dispararán. Aunque las balas pasarán volando por encima tuyo, pero no te preocupes, no corres peligro — omites mencionar el peligro de una bala perdida.
— ¿Pero no es peligroso para ti? Si tú puedes disparar, ellos también a ti.
- Tienes razón. Lo malo de las armas es que tienes que asomar la cabeza para ver y apuntar. Por eso he hecho esto.
Das una palmada a tu obra terminada. A algunas armas se les pone mira telescópica. Debe ser la primera vez que alguien le pone un arma a un telescopio. Con cinta aislante has conseguido sujetar la metralleta al cilindro del telescopio, formando el conjunto una mini ametralladora de posición sobre trípode. Ha sido complicado encontrar el punto de equilibrio, y el cargador de tambor complica las cosas, pero por fin has podido fijarlo de forma que el cañón esté paralelo al tubo. El trípode está en el centro del pasillo, y lo has emplezado apartado de la ventana, para que el fogonazo no sea visible desde fuera.
Ania te observa curiosa mientras miras por la lente y ajustas el conjunto para enfocar el arco de la entrada donde están los guardias de Durr. Eres consciente de los errores de paralaje y que el conjunto no está perfectamente alineado, pero no se trata de tiro de precisión, si no de apuntar la metralleta hacia abajo, hacia la puerta y rociar la zona con balas. Compruebas de todas formas con el alza y el punto de mira mientras mueves el telescopio que la metralleta está bien apuntada y mueve que las balas ni se quedarán cortas ni desviadas.
Te aseguras que el telescopio está bloqueado y que el retroceso no hará que el arma se suelte. Sabes que a pesar de que el peso del trípode y las sujecciones harán que el arma no se encabrite, pero de todas formas, el conjunto vibrará y que las balas saldrán dispersas en consecuencia, pero de eso se trata, de rociar de plomo. Y total, no esperas que les aciertes ni de suerte. De lo que se trata es que agachen las cabezas.
Sacas el cargador y tiras del cerrojo para comprobar que no hay una bala en la recámara antes de apretar el gatillo con el arma descargada. Ahora enganchas la cuerda más fina que has encontrado al gatillo con un nudo corredizo que pasa en torno a la empuñadura de la culata. Al tensar la cuerda, tira del gatillo y el arma dispara. Al soltar la cuerda, la tensión se afloja.
La cuerda pasa por una polea, sujeta a un marco de tubos de acero, con sujecciones para atar a la víctima a ella de pies y manos, o suspenderla en el aire colgada de una polea. la diferencia es que el marco lo has tumbado en el suelo. De modo que la cuerda que tira del gatillo baja en un ángulo de cuarenta y cinco grados hasta la polea, y el extremo libre corre por el suelo. Lo recoges y vas extendiendo cuerda hasta llegar al final del pasillo y la puerta del ascensor, unos veinte metros. Has usado un carrete entero. Tiras de la cuerda, y ves que la idea funciona, puedes apretar el gatillo a distancia de esta forma.
Ania, al ver tu expresión satisfecha se anima a preguntar.
— ¿Para qué sirve esto?
- Para dos cosas. La primera, como puedes ver, es que así , tirando de la cuerda, puedo disparar la metralleta sin sujetarla con las manos ni tener que asomar la cabeza. Si ellos disparan hacia donde ven los disparos, no conseguirán nada, salvo gastar munición. Estarán intentando acertar a este trasto, que es un blanco muy pequeño. Si ven algo, claro, no sabrán ni de dónde vienen los disparos.
— ¿Por qué? ¿Por qué no verán cómo dispara?
- Porque estas balas no se ven — ante la perplejidad de Ania, se lo explicas — en las balas militares, una de cada cinco, o así, es trazadora. Tiene un compuesto químico en la base que arde mientras vuela, como una bengala, o fuegos artificiales. Esto deja un rastro de luz en el aire, o de humo, de día. Ayuda a ver dónde están yendo tus balas, lo que te permite apuntar mejor. Pero lo malo es que funcionan en los dos sentidos. Al que le disparan puede ver desde dónde le están disparando.
— Aaaaa. ¡Qué ingenioso! Pero tus balas no son ..¿cómo has dicho? ¿Trasadoras? — dice, confundiendo las ces y las eses otra vez.
- No. Además, he tomado precauciones para que no vean la llama que sale del.. de la boca del arma— dices evitando términos técnicos — cuando disparo.
— ¿Cómo así?
- Cuando disparas, sobre todo cuando disparas en automático.. esto es, salen muchas balas seguidas, sale una llama muy visible de la boca. Si te pones cerca de la ventana, se ve mucho, y saben donde estás. Y donde hay una llama, sabes que si apuntas un poco más arriba está la cabeza del que dispara. Por eso dicen que cuando disparas desde dentro de una casa, tienes que hacerlo apartado de la ventana. Verán los destellos pero no dónde estás exactamente.
— Pero.. tú mismo dijiste que no eres soldado, ¿cómo sabes todas estas cosas? — pregunta admirada.
- Siempre quise ser soldado y saber lo que era la guerra — respondes, aunque eres consciente de que esto se le parece mucho y de verdad preferirías seguir en la bendita ignorancia — leía muchos libros de guerra, y de tácticas de combate, por diversión. Nunca pensé que llegaría a ser útil. Eso es. Leo mucho, y tengo buena memoria.
— ¡Y eres muy listo también! — te hinchas como un globo al oír el cumplido, que te arranca una sonrisa— ¿Por qué es la cuerda tan larga? ¿Tiene algo que ver con la segunda cosa que dijiste?
- Sí. Pero hay más. ¿Recuerdas el fuego? Las llamas y el humo subirán hasta la altura del primer piso, por lo que Durr y sus hombres estarán ciegos. Saben que las balas vienen de aquí, pero tendrán que disparar a ciegas.
— Aaaaa. — dice Ania boquiabierta. Su expresión es tan cómica, que casi te hace reír. Casi. — ¡Piensas un montón! ¿Y la cuerda?
- Podría sencillamente agacharme debajo de la ventana y tirar de la cuerda. Así puedo disparar sin que me den. Pero es más seguro si me aparto unos metros. Ellos dispararán a un punto en el que yo no estoy. Además, no quiero quedarme aquí durante mucho tiempo.
— Explica, ¡por favor!
- Bien. Cuando todo esté listo y vea desde aquí, desde esta ventana de la esquina, que has llegado hasta las puertas de la jaula de los infectados, tiro de la cuerda y la metralleta dispara. ¡Ratatataa! Y paro. Entonces ellos, después de la sorpresa, se ponen a cubierto. Cuando yo deje de disparar, ellos se asoman y empezarán a disparar a ciegas hacia las ventanas de esta ala, donde se supone que estoy escondido. Las balas pasarán por encima tuyo, y con el ruido, nadie se dará cuenta de que sacas la pistola y rompes los candados de las puertas con ella. No tengo mucha munición, así que sólo podré hacer esto tres o cuatro veces. Pero para entonces los leprosos habrán salido de la alambrada y correrán hacia la puerta. Ellos tendrán que dejar de dispararme a mí y dispararán a los leprosos. Cuando se acaben las balas, sólo tengo que pulsar el botón del ascensor, y bajo en pocos segundos a la planta baja. De allí puedo correr por el pasillo y en menos de un minuto puedo estar en el balcón de Durr y subiendo por la escalera para matarle antes de que maten a todos los infectados sueltos.
— ¡Suena genial! — dice Ania entusiasmada, casi hasta alegre. Sólo la has visto así una vez antes, cuando contaba contenta cómo había salido Durr corriendo cuando le disparaste. — Parece que sabes lo que haces y que has pensado en todo. Creo que esto puede funcionar. Rezaré a Dios para que nos ayude. ¿Y ahora qué hacemos?
- Nada por ahora. Vamos de vuelta a la oficina a escondernos, y hablar y poner música, para que sepan que seguimos aquí. Les haremos esperar toda la tarde. Luego iremos a buscar gasolina al garaje para el plan. Lo he pensado, y creo que es mejor actuar en torno a la puesta del sol. Cuando todavía haya luz. De esta forma, cuando esto termine, si no sale bien, al menos Durr habrá perdido mucho tiempo y estará oscuro, por lo que no podrán buscarte durante mucho tiempo y tienes más posibilidades de esconderte hasta que se vayan, o de huir.
Ania calla, consternada. Lamentas haber arrojado un jarro de agua fría sobre su entusiasmo, pero tienes que pensar en todos los resultados posibles. Hablando de lo cual, recuerdas algo.
- Ven — le coges de la mano para que te siga — tenemos que sacar unas fotos.
CONTINUARÁ
( os dije que Z. tenía un plan astuto, si os parece una chapuza, lo siento, no se me ha ocurrido nada mejor en estas circunstancias )
Te olvidaste de decir a Ania que querías que te llevara el telescopio al primer piso, no al tercero, pero al menos te ha traído la mochila. Le das instrucciones para que lo coloque en el pasillo, enfrente de la ventana que está exactamente alineada con la puerta del castillo. Ania obedece, sin quejarse por tu despiste. Tú metes varias cosas en la mochila y bajas en el ascensor para unirte a ella y preparar el invento.
— ¿Qué estás haciendo? — pregunta Ania curiosa mientras te ve trastear con el telescopio y su trípode.
- Algo que haría MacGyver.
— ¿Quién es MacGyver?
La juventud de hoy no conoce a los clásicos.
- Un tipo listo.
— Ah...¿como tú?
- Yo soy más guapo.
Ania calla perpleja. Le explicas tu plan, mientras haces ajustes:
- Ellos tienen más armas y más balas, cierto. Pero las balas viajan en línea recta. Al menos a corta distancia. Si estás detrás de un muro grueso, no te pueden hacer daño, como antes, cuando Durr nos disparó. Y si no te ven, tampoco te pueden disparar. ¿Comprendes? Así es como me puedo acercar tanto a Durr. Cuando fuimos a la cocina, ¿recuerdas que pasamos justo por debajo? Para subir hasta él, tengo que salir al patio, y en esos segundos me pueden matar.
— He comprendido. ¿Y cómo vas a evitarlo?
- Necesito una distracción. Necesito distraerlos con algo para que no se fijen en mí. Te dije que vamos a quemar cosas para hacer humo. En realidad no espero llenar el patio de humo, pero espero que los infestados detrás de la alambrada se asusten del fuego y se alejen de las puertas. Como te dije, necesito tu ayuda. Tendrás que salir fuera, abrir la puerta a los infectados, y correr de vuelta a esconderte. Los leprosos saldrán y los guardias y Durr estarán ocupados matándolos, lo que me da la oportunidad de acercarme a Durr.
Eso es todo lo que tienes que hacer, salir, abrir la puerta y volver. Te advierto que puede ser peligroso. No creo que te disparen, pero pueden herirte o matarte por accidente. Es una posibilidad muy pequeña, pero creo que debes saberlo — le dices mirándolo a los ojos.
Ania rehúye tu mirada y se queda pensativa. Juguetea con el relicario, se pasa una mano por la cara, se aparta el pelo... todos signos de inquietud, mientras piensa en las implicaciones de lo que has dicho.
— De acuerdo. Estoy asustada. Pero no puedo soportarlo más. Confío en ti. Lo haré.
Una chica valiente. Mejor será que esto funcione, no podrás vivir si a ella le pasa algo.
- Buena chica. Ya te explicaré los detalles luego. Lo único que tienes que saber es que saldrás por la puerta gritando a Durr que no disparen. Que estoy loco y que te voy a matar. Eso es para que no disparen. Con el humo y a distancia, no te verán bien, te acercarás hasta la puerta, y cuando oigas disparos, con la pistola que te daré, y llevarás oculta, abrirás los candados de las puertas a tiros. Así saldrán los leprosos de la jaula y ellos tendrán un gran problema. Después de abrir la puerta, corre de vuelta adentro, para que los infectados no te persigan, y te escondes hasta que termine todo.
— Comprendo. ¿Vas a dispararles?
- Sí, es una distracción dentro de otra. Cuando tú salgas, estarán distraídos mirándote a ti. Cuando yo dispare, dejarán de mirarte y me dispararán a mí - haces gestos con las manos como un prestidigitador — Entonces no podrán ver lo que haces ni te dispararán. Aunque las balas pasarán volando por encima tuyo, pero no te preocupes, no corres peligro — omites mencionar el peligro de una bala perdida.
— ¿Pero no es peligroso para ti? Si tú puedes disparar, ellos también a ti.
- Tienes razón. Lo malo de las armas es que tienes que asomar la cabeza para ver y apuntar. Por eso he hecho esto.
Das una palmada a tu obra terminada. A algunas armas se les pone mira telescópica. Debe ser la primera vez que alguien le pone un arma a un telescopio. Con cinta aislante has conseguido sujetar la metralleta al cilindro del telescopio, formando el conjunto una mini ametralladora de posición sobre trípode. Ha sido complicado encontrar el punto de equilibrio, y el cargador de tambor complica las cosas, pero por fin has podido fijarlo de forma que el cañón esté paralelo al tubo. El trípode está en el centro del pasillo, y lo has emplezado apartado de la ventana, para que el fogonazo no sea visible desde fuera.
Ania te observa curiosa mientras miras por la lente y ajustas el conjunto para enfocar el arco de la entrada donde están los guardias de Durr. Eres consciente de los errores de paralaje y que el conjunto no está perfectamente alineado, pero no se trata de tiro de precisión, si no de apuntar la metralleta hacia abajo, hacia la puerta y rociar la zona con balas. Compruebas de todas formas con el alza y el punto de mira mientras mueves el telescopio que la metralleta está bien apuntada y mueve que las balas ni se quedarán cortas ni desviadas.
Te aseguras que el telescopio está bloqueado y que el retroceso no hará que el arma se suelte. Sabes que a pesar de que el peso del trípode y las sujecciones harán que el arma no se encabrite, pero de todas formas, el conjunto vibrará y que las balas saldrán dispersas en consecuencia, pero de eso se trata, de rociar de plomo. Y total, no esperas que les aciertes ni de suerte. De lo que se trata es que agachen las cabezas.
Sacas el cargador y tiras del cerrojo para comprobar que no hay una bala en la recámara antes de apretar el gatillo con el arma descargada. Ahora enganchas la cuerda más fina que has encontrado al gatillo con un nudo corredizo que pasa en torno a la empuñadura de la culata. Al tensar la cuerda, tira del gatillo y el arma dispara. Al soltar la cuerda, la tensión se afloja.
La cuerda pasa por una polea, sujeta a un marco de tubos de acero, con sujecciones para atar a la víctima a ella de pies y manos, o suspenderla en el aire colgada de una polea. la diferencia es que el marco lo has tumbado en el suelo. De modo que la cuerda que tira del gatillo baja en un ángulo de cuarenta y cinco grados hasta la polea, y el extremo libre corre por el suelo. Lo recoges y vas extendiendo cuerda hasta llegar al final del pasillo y la puerta del ascensor, unos veinte metros. Has usado un carrete entero. Tiras de la cuerda, y ves que la idea funciona, puedes apretar el gatillo a distancia de esta forma.
Ania, al ver tu expresión satisfecha se anima a preguntar.
— ¿Para qué sirve esto?
- Para dos cosas. La primera, como puedes ver, es que así , tirando de la cuerda, puedo disparar la metralleta sin sujetarla con las manos ni tener que asomar la cabeza. Si ellos disparan hacia donde ven los disparos, no conseguirán nada, salvo gastar munición. Estarán intentando acertar a este trasto, que es un blanco muy pequeño. Si ven algo, claro, no sabrán ni de dónde vienen los disparos.
— ¿Por qué? ¿Por qué no verán cómo dispara?
- Porque estas balas no se ven — ante la perplejidad de Ania, se lo explicas — en las balas militares, una de cada cinco, o así, es trazadora. Tiene un compuesto químico en la base que arde mientras vuela, como una bengala, o fuegos artificiales. Esto deja un rastro de luz en el aire, o de humo, de día. Ayuda a ver dónde están yendo tus balas, lo que te permite apuntar mejor. Pero lo malo es que funcionan en los dos sentidos. Al que le disparan puede ver desde dónde le están disparando.
— Aaaaa. ¡Qué ingenioso! Pero tus balas no son ..¿cómo has dicho? ¿Trasadoras? — dice, confundiendo las ces y las eses otra vez.
- No. Además, he tomado precauciones para que no vean la llama que sale del.. de la boca del arma— dices evitando términos técnicos — cuando disparo.
— ¿Cómo así?
- Cuando disparas, sobre todo cuando disparas en automático.. esto es, salen muchas balas seguidas, sale una llama muy visible de la boca. Si te pones cerca de la ventana, se ve mucho, y saben donde estás. Y donde hay una llama, sabes que si apuntas un poco más arriba está la cabeza del que dispara. Por eso dicen que cuando disparas desde dentro de una casa, tienes que hacerlo apartado de la ventana. Verán los destellos pero no dónde estás exactamente.
— Pero.. tú mismo dijiste que no eres soldado, ¿cómo sabes todas estas cosas? — pregunta admirada.
- Siempre quise ser soldado y saber lo que era la guerra — respondes, aunque eres consciente de que esto se le parece mucho y de verdad preferirías seguir en la bendita ignorancia — leía muchos libros de guerra, y de tácticas de combate, por diversión. Nunca pensé que llegaría a ser útil. Eso es. Leo mucho, y tengo buena memoria.
— ¡Y eres muy listo también! — te hinchas como un globo al oír el cumplido, que te arranca una sonrisa— ¿Por qué es la cuerda tan larga? ¿Tiene algo que ver con la segunda cosa que dijiste?
- Sí. Pero hay más. ¿Recuerdas el fuego? Las llamas y el humo subirán hasta la altura del primer piso, por lo que Durr y sus hombres estarán ciegos. Saben que las balas vienen de aquí, pero tendrán que disparar a ciegas.
— Aaaaa. — dice Ania boquiabierta. Su expresión es tan cómica, que casi te hace reír. Casi. — ¡Piensas un montón! ¿Y la cuerda?
- Podría sencillamente agacharme debajo de la ventana y tirar de la cuerda. Así puedo disparar sin que me den. Pero es más seguro si me aparto unos metros. Ellos dispararán a un punto en el que yo no estoy. Además, no quiero quedarme aquí durante mucho tiempo.
— Explica, ¡por favor!
- Bien. Cuando todo esté listo y vea desde aquí, desde esta ventana de la esquina, que has llegado hasta las puertas de la jaula de los infectados, tiro de la cuerda y la metralleta dispara. ¡Ratatataa! Y paro. Entonces ellos, después de la sorpresa, se ponen a cubierto. Cuando yo deje de disparar, ellos se asoman y empezarán a disparar a ciegas hacia las ventanas de esta ala, donde se supone que estoy escondido. Las balas pasarán por encima tuyo, y con el ruido, nadie se dará cuenta de que sacas la pistola y rompes los candados de las puertas con ella. No tengo mucha munición, así que sólo podré hacer esto tres o cuatro veces. Pero para entonces los leprosos habrán salido de la alambrada y correrán hacia la puerta. Ellos tendrán que dejar de dispararme a mí y dispararán a los leprosos. Cuando se acaben las balas, sólo tengo que pulsar el botón del ascensor, y bajo en pocos segundos a la planta baja. De allí puedo correr por el pasillo y en menos de un minuto puedo estar en el balcón de Durr y subiendo por la escalera para matarle antes de que maten a todos los infectados sueltos.
— ¡Suena genial! — dice Ania entusiasmada, casi hasta alegre. Sólo la has visto así una vez antes, cuando contaba contenta cómo había salido Durr corriendo cuando le disparaste. — Parece que sabes lo que haces y que has pensado en todo. Creo que esto puede funcionar. Rezaré a Dios para que nos ayude. ¿Y ahora qué hacemos?
- Nada por ahora. Vamos de vuelta a la oficina a escondernos, y hablar y poner música, para que sepan que seguimos aquí. Les haremos esperar toda la tarde. Luego iremos a buscar gasolina al garaje para el plan. Lo he pensado, y creo que es mejor actuar en torno a la puesta del sol. Cuando todavía haya luz. De esta forma, cuando esto termine, si no sale bien, al menos Durr habrá perdido mucho tiempo y estará oscuro, por lo que no podrán buscarte durante mucho tiempo y tienes más posibilidades de esconderte hasta que se vayan, o de huir.
Ania calla, consternada. Lamentas haber arrojado un jarro de agua fría sobre su entusiasmo, pero tienes que pensar en todos los resultados posibles. Hablando de lo cual, recuerdas algo.
- Ven — le coges de la mano para que te siga — tenemos que sacar unas fotos.
CONTINUARÁ
( os dije que Z. tenía un plan astuto, si os parece una chapuza, lo siento, no se me ha ocurrido nada mejor en estas circunstancias )
Última edición por El Analandés el 10-Nov-2016, 19:11, editado 2 veces en total.
Re: La sangre de los zombis
El plan me parece muy bueno y elaborado en el poco tiempo del que dispone Z, aunque arriesga a Ania. No la usa de escudo humano pero disparará cuando esté a la vista y a descubierto haciendo que abra los infectados a tiros... Un poco peligroso para Ania lo veo, la verdad.
Has pensado en todo con respecto al tema armamentístico. No sabía lo de las balas trazadoras y ha sido un descubrimiento.
Veremos si los guardias vacían sus cargadores contra los infectados y Z puede dar buena cuenta de Durr, ya que es condición sinequa non para que Z pueda sorprender a Z y no temer que lo disparen por la retaguardia. Me queda la duda de si una vez que vean que el patrón ha caído dejarán partir a Z tranquilamente con la chica del jefe. Y con su coche. O si también tendrá que repartir más plomo para salir por la puerta.
Has pensado en todo con respecto al tema armamentístico. No sabía lo de las balas trazadoras y ha sido un descubrimiento.
Veremos si los guardias vacían sus cargadores contra los infectados y Z puede dar buena cuenta de Durr, ya que es condición sinequa non para que Z pueda sorprender a Z y no temer que lo disparen por la retaguardia. Me queda la duda de si una vez que vean que el patrón ha caído dejarán partir a Z tranquilamente con la chica del jefe. Y con su coche. O si también tendrá que repartir más plomo para salir por la puerta.
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Re: La sangre de los zombis
Gracias por el comentario Gonella. Después de todo lo que escribí el lunes, estos dos días he estado de parón, pero tu aporte me anima a seguir escribiendo.
El plan es arriesgado. Las posibilidades de recibir una bala perdida están ahí, pero es lo mejor que he podido pensar basado en los condicionantes de la historia, que el autor original te lo pone muy difícil, y yo en el papel de master he tratado de que los malos no sean idiotas y no le regalen nada a Z., si sobrevive será porque como jugador, me lo he currado y no porque como escritor, me gustaría que la historia acabara bien. Luego está el azar, las tiradas importantes las he delegado en manos de otros, para no caer en la tentación de hacer trampas.
Lo de las armas y las trazadoras, bueno, si de algo sabe un friki como Z. es de armas, aunque nunca haya tenido una en las manos hasta ahora. Es un placer para mí compartir esos detalles técnicos.
Los guardias podemos concluir que no tienen muchas ganas de luchar, y menos ahora que estaban a punto de terminar el trabajo y cobrar. Han evitado enfrentarse a Z. directamente prefiriendo usar a los infectados de carne de cañón, y ahora se limitan a hacer lo mínimo, bloquear la salida y esperar a que Z. se asome. Si tuvieran más valor, lo lógico sería que Durr hiciese fuego de supresión con la ametralladora para impedir que Z. asome y ellos se acercaran para cargárselo, pero no quieren correr riesgos.
El plan es arriesgado. Las posibilidades de recibir una bala perdida están ahí, pero es lo mejor que he podido pensar basado en los condicionantes de la historia, que el autor original te lo pone muy difícil, y yo en el papel de master he tratado de que los malos no sean idiotas y no le regalen nada a Z., si sobrevive será porque como jugador, me lo he currado y no porque como escritor, me gustaría que la historia acabara bien. Luego está el azar, las tiradas importantes las he delegado en manos de otros, para no caer en la tentación de hacer trampas.
Lo de las armas y las trazadoras, bueno, si de algo sabe un friki como Z. es de armas, aunque nunca haya tenido una en las manos hasta ahora. Es un placer para mí compartir esos detalles técnicos.
Los guardias podemos concluir que no tienen muchas ganas de luchar, y menos ahora que estaban a punto de terminar el trabajo y cobrar. Han evitado enfrentarse a Z. directamente prefiriendo usar a los infectados de carne de cañón, y ahora se limitan a hacer lo mínimo, bloquear la salida y esperar a que Z. se asome. Si tuvieran más valor, lo lógico sería que Durr hiciese fuego de supresión con la ametralladora para impedir que Z. asome y ellos se acercaran para cargárselo, pero no quieren correr riesgos.
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Re: La sangre de los zombis
NARRACIÓN
La batería de la cámara ya tiene carga para sacar unas fotos de los muertos en el pasillo y de los infectados en la jaula y un vídeo con Ania, con una breve declaración de quién es, qué hace allí y sobre lo que ha pasado en el castillo. Cambias la versión de los hechos para que diga que ha habido un motín de los presos y que a los muertos que se ven los han matado Durr y sus guardias, en vez de tú. Con esas imágenes de los cadáveres y de los desgraciados enfermos encerrados tras la alambrada será suficiente para que la policía se tome a Ania en serio, aunque sea menor de edad. Aunque no quieres autoincriminarte, le das la cámara a Ania para que te grabe también. Si sales de esta y tienes que contar algún día tu historia, nadie te creerá sin pruebas, y es mejor que lo grabes todo ahora que los detalles están frescos en tu mente.
Decides no grabar una declaración más detallada de Ania. Lo que tenga que decir, se lo dirá a la policía, si escapa... Luego pasas a la oficina, y con la cámara del portátil te grabas a ti mismo en otro vídeo, lo grabas en inglés para beneficio de los investigadores y de Ania, que te escucha.
Te acuerdas de Desafío Total,y saludas a tu yo del futuro, felicitándole por haber conseguido escapar, y como es típico en las películas, añades sombrío que si el vídeo lo ve otra persona, significa que estarás muerto.
Consciente de que pueden ser tus últimas palabras para la posteridad hablas con voz tranquila y rostro inexpresivo , como si todo este horror le hubiera pasado a otra persona hace mucho tiempo. Tratas de expresarte con la sobriedad militar de un informe después del combate, escueto y preciso, sin alardes ni exageraciones, sólo los hechos.
Relatas las circunstancias de tu secuestro, tu encierro, tu fuga, y cómo te abriste paso combatiendo contra los infectados y superando obstáculos, detallando las armas, trucos y artimañas que empleaste para sobrevivir, desde tu primer encuentro con los infectos en la lavandería, armado sólo con un destornillador. No omites los detalles escabrosos, como que tuviste que estrangularlo con tus propias manos, o más adelante cuando tuviste que degollar a los infectados heridos, explicando con calma por qué en verdad era necesario, y sintiéndote incómodo por lo difícil de justificar que es esto. Aunque te has propuesto contar la verdad, como Ania te oye, y por lo que pueda pasar, aparte de pasar de puntillas sobre la muerte de Boris, te callas el episodio en el que ejecutaste a sangre fría a los infectados indefensos en su celda del ala oeste. Ninguna pena te dan, pero eso no se puede justificar como defensa propia.
A veces te cuesta mantener la compostura y te falla la voz, al recordar el terror que sentiste en la pelea desesperada en el sótano, hasta que te acorralaron en la última habitación. O el espanto cuando te atacó el primer grupo grande de infectos. O la angustia cuando bajaste por la cuerda de la torre y te quedaste atrapado en el tejado, pero aprietas los dientes y tratas de mantener cara de tipo duro y relatas en breves palabras esos trances.
Así mismo, no puedes evitar que el orgullo aflore cuando describes las ingeniosas ideas que se te ocurrieron como la táctica de disparar a través de las puertas, o cómo engañaste a Durr cuando estabas en el tejado, y muestras a la cámara el almete con el agujero de bala, o cómo te las arreglaste para bajar subido al techo del ascensor cuando te tenían acorralado.
Finalizas describiendo la situación actual, y bosquejas tu plan para tratar de vencer a Durr a la caída del sol.
Cuando terminas y apagas, Ania, que te ha escuchado con una mezcla de admiración y horror, entre jadeos de asombro y llevándose más de una vez las manos a cabeza, de espanto, o a la boca, para sofocar una exclamación, te mira fijamente, como un ratón a una cobra. Por fin habla:
— No..no.., no tenía ni idea ¿A cuántos has matado?
Piensas y haces un rápido recuento.
- A unos cien. Sin contar los perros. Y un par de mujeres — añades con macabro sarcasmo.
Ania abre los ojos y palidece. Tu orgullo por haber vencido a tantos enemigos se convierte en tristeza al ver su reacción.
- Tienes miedo de mí, ¿verdad?
Ania se sonroja y baja la vista. Curioso como le van y vienen los colores.
— Sí —musita y te vuelve a mirar a los ojos — ¡Das miedo!
No sabes qué decir. Te entristece porque por regla general asustas a las chicas, y es algo que te incomoda por que te complica intentar ligar con ellas. Pero esta vez la chica sí que tiene motivos para tenerte miedo. Y si viera cómo los mataste, más todavía.
- No tuve elección. Ellos o yo — ¿cómo va a comprender esta chica lo que se siente, lo que es matar o morir?
Ania parece comprender por tu expresión que estás dolido y se disculpa:
— ¡Lo siento! Supongo que sí. Que tuviste que matarlos. No sé qué decir. No puedo imaginar por lo que has pasado. Debes haber sufrido mucho, ¡es tan horrible lo que te hicieron! ¡estar toda una semana encerrado solo! ¡y saber que te iban a matar! Lo siento mucho por ti
Su compasión te sorprende, ya creías que ella pensaba que eres un monstruo asesino.
Ella parece leerte el pensamiento:
— ¡Lo siento mucho! Entiendo por qué los mataste. Me das miedo, pero — añade cuando vas a protestar — estoy seguro que ellos también te tienen miedo. Me preocupaba todo el tiempo que vinieran a por nosotros. No podía entender por qué se quedan allí. Ahora lo entiendo. Están asustados.
Eso te sorprende porque pensabas como ella y la inactividad de ellos, aunque te conviene, te inquietaba. Es lo que te decías a ti mismo para autoconvencerte, que no tienen cojones. Pero si lo piensas y te fijas en los hechos es verdad. Los matones de Durr han evitado el enfrentamiento directo contigo, convencidos de que los infectados acabarían contigo. Y al propio Durr le diste un buen susto. Si no otra cosa, al menos tienes la ventaja moral...
Ella interrumpe tu reflexión.
— Lo siento, no quería ofenderte. Quiero decir... me das miedo. Pero sé que eres bueno. Y después de todo lo que me has contado, sé que eres bueno porque Dios te ha ayudado. Oyó mis oraciones y te ayudó.
Te sientes picado en tu orgullo. Estabas muy orgulloso de haber llegado hasta aquí gracias a tu ingenio, astucia y valor, y eres de la opinión de que Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos... Pero por muy astuto que seas, tienes que reconocer que también tuviste mucha suerte... no, no fue suerte. Hay algo en la fe sencilla de esta muchacha que te da que pensar. Fue la Divina Providencia. Te viene a la mente la música del final de la película "Enrique V" cuando cantan:
Non nobis domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam...
Bueno, te dices, medio en broma, medio en serio, al menos también tienes a Dios de tu parte. Si sales de esta, tendrás que ir en peregrinación a Santiago de Compostela, por lo menos.
Incómodo, decides cambiar de tema. Miras el reloj. ¡Las horas pasan tan despacio! Todavía queda mucho para la puesta del sol. Espera, te dices. No vayas todavía al garaje. Espera que estén más cansados y hambrientos. Ir hasta allá es pasar por debajo de Durr otra vez y acercarse mucho. Es mejor que el ruido de sus tripas vacías les distraiga.
Aunque te sabes la historia, finges que no sabes nada y le preguntas a Ania, a ver si te cuenta algo que no sepas o hayas pasado por alto.
- Ahora cuéntame. ¿Qué pasó después de tu fuga, de que mataran a la señora Danvers?
(CONTINUARÁ: Espero que os haya gustado esta escena de recapitulación. Ya sé que la historia avanza a paso de tortuga, pero es lo que tiene la inspiración, me sale una conversación y tengo que seguir el hilo. Ya queda menos para los tiros. Aún Ania nos tiene que contar cosas)
La batería de la cámara ya tiene carga para sacar unas fotos de los muertos en el pasillo y de los infectados en la jaula y un vídeo con Ania, con una breve declaración de quién es, qué hace allí y sobre lo que ha pasado en el castillo. Cambias la versión de los hechos para que diga que ha habido un motín de los presos y que a los muertos que se ven los han matado Durr y sus guardias, en vez de tú. Con esas imágenes de los cadáveres y de los desgraciados enfermos encerrados tras la alambrada será suficiente para que la policía se tome a Ania en serio, aunque sea menor de edad. Aunque no quieres autoincriminarte, le das la cámara a Ania para que te grabe también. Si sales de esta y tienes que contar algún día tu historia, nadie te creerá sin pruebas, y es mejor que lo grabes todo ahora que los detalles están frescos en tu mente.
Decides no grabar una declaración más detallada de Ania. Lo que tenga que decir, se lo dirá a la policía, si escapa... Luego pasas a la oficina, y con la cámara del portátil te grabas a ti mismo en otro vídeo, lo grabas en inglés para beneficio de los investigadores y de Ania, que te escucha.
Te acuerdas de Desafío Total,y saludas a tu yo del futuro, felicitándole por haber conseguido escapar, y como es típico en las películas, añades sombrío que si el vídeo lo ve otra persona, significa que estarás muerto.
Consciente de que pueden ser tus últimas palabras para la posteridad hablas con voz tranquila y rostro inexpresivo , como si todo este horror le hubiera pasado a otra persona hace mucho tiempo. Tratas de expresarte con la sobriedad militar de un informe después del combate, escueto y preciso, sin alardes ni exageraciones, sólo los hechos.
Relatas las circunstancias de tu secuestro, tu encierro, tu fuga, y cómo te abriste paso combatiendo contra los infectados y superando obstáculos, detallando las armas, trucos y artimañas que empleaste para sobrevivir, desde tu primer encuentro con los infectos en la lavandería, armado sólo con un destornillador. No omites los detalles escabrosos, como que tuviste que estrangularlo con tus propias manos, o más adelante cuando tuviste que degollar a los infectados heridos, explicando con calma por qué en verdad era necesario, y sintiéndote incómodo por lo difícil de justificar que es esto. Aunque te has propuesto contar la verdad, como Ania te oye, y por lo que pueda pasar, aparte de pasar de puntillas sobre la muerte de Boris, te callas el episodio en el que ejecutaste a sangre fría a los infectados indefensos en su celda del ala oeste. Ninguna pena te dan, pero eso no se puede justificar como defensa propia.
A veces te cuesta mantener la compostura y te falla la voz, al recordar el terror que sentiste en la pelea desesperada en el sótano, hasta que te acorralaron en la última habitación. O el espanto cuando te atacó el primer grupo grande de infectos. O la angustia cuando bajaste por la cuerda de la torre y te quedaste atrapado en el tejado, pero aprietas los dientes y tratas de mantener cara de tipo duro y relatas en breves palabras esos trances.
Así mismo, no puedes evitar que el orgullo aflore cuando describes las ingeniosas ideas que se te ocurrieron como la táctica de disparar a través de las puertas, o cómo engañaste a Durr cuando estabas en el tejado, y muestras a la cámara el almete con el agujero de bala, o cómo te las arreglaste para bajar subido al techo del ascensor cuando te tenían acorralado.
Finalizas describiendo la situación actual, y bosquejas tu plan para tratar de vencer a Durr a la caída del sol.
Cuando terminas y apagas, Ania, que te ha escuchado con una mezcla de admiración y horror, entre jadeos de asombro y llevándose más de una vez las manos a cabeza, de espanto, o a la boca, para sofocar una exclamación, te mira fijamente, como un ratón a una cobra. Por fin habla:
— No..no.., no tenía ni idea ¿A cuántos has matado?
Piensas y haces un rápido recuento.
- A unos cien. Sin contar los perros. Y un par de mujeres — añades con macabro sarcasmo.
Ania abre los ojos y palidece. Tu orgullo por haber vencido a tantos enemigos se convierte en tristeza al ver su reacción.
- Tienes miedo de mí, ¿verdad?
Ania se sonroja y baja la vista. Curioso como le van y vienen los colores.
— Sí —musita y te vuelve a mirar a los ojos — ¡Das miedo!
No sabes qué decir. Te entristece porque por regla general asustas a las chicas, y es algo que te incomoda por que te complica intentar ligar con ellas. Pero esta vez la chica sí que tiene motivos para tenerte miedo. Y si viera cómo los mataste, más todavía.
- No tuve elección. Ellos o yo — ¿cómo va a comprender esta chica lo que se siente, lo que es matar o morir?
Ania parece comprender por tu expresión que estás dolido y se disculpa:
— ¡Lo siento! Supongo que sí. Que tuviste que matarlos. No sé qué decir. No puedo imaginar por lo que has pasado. Debes haber sufrido mucho, ¡es tan horrible lo que te hicieron! ¡estar toda una semana encerrado solo! ¡y saber que te iban a matar! Lo siento mucho por ti
Su compasión te sorprende, ya creías que ella pensaba que eres un monstruo asesino.
Ella parece leerte el pensamiento:
— ¡Lo siento mucho! Entiendo por qué los mataste. Me das miedo, pero — añade cuando vas a protestar — estoy seguro que ellos también te tienen miedo. Me preocupaba todo el tiempo que vinieran a por nosotros. No podía entender por qué se quedan allí. Ahora lo entiendo. Están asustados.
Eso te sorprende porque pensabas como ella y la inactividad de ellos, aunque te conviene, te inquietaba. Es lo que te decías a ti mismo para autoconvencerte, que no tienen cojones. Pero si lo piensas y te fijas en los hechos es verdad. Los matones de Durr han evitado el enfrentamiento directo contigo, convencidos de que los infectados acabarían contigo. Y al propio Durr le diste un buen susto. Si no otra cosa, al menos tienes la ventaja moral...
Ella interrumpe tu reflexión.
— Lo siento, no quería ofenderte. Quiero decir... me das miedo. Pero sé que eres bueno. Y después de todo lo que me has contado, sé que eres bueno porque Dios te ha ayudado. Oyó mis oraciones y te ayudó.
Te sientes picado en tu orgullo. Estabas muy orgulloso de haber llegado hasta aquí gracias a tu ingenio, astucia y valor, y eres de la opinión de que Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos... Pero por muy astuto que seas, tienes que reconocer que también tuviste mucha suerte... no, no fue suerte. Hay algo en la fe sencilla de esta muchacha que te da que pensar. Fue la Divina Providencia. Te viene a la mente la música del final de la película "Enrique V" cuando cantan:
Non nobis domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam...
Bueno, te dices, medio en broma, medio en serio, al menos también tienes a Dios de tu parte. Si sales de esta, tendrás que ir en peregrinación a Santiago de Compostela, por lo menos.
Incómodo, decides cambiar de tema. Miras el reloj. ¡Las horas pasan tan despacio! Todavía queda mucho para la puesta del sol. Espera, te dices. No vayas todavía al garaje. Espera que estén más cansados y hambrientos. Ir hasta allá es pasar por debajo de Durr otra vez y acercarse mucho. Es mejor que el ruido de sus tripas vacías les distraiga.
Aunque te sabes la historia, finges que no sabes nada y le preguntas a Ania, a ver si te cuenta algo que no sepas o hayas pasado por alto.
- Ahora cuéntame. ¿Qué pasó después de tu fuga, de que mataran a la señora Danvers?
(CONTINUARÁ: Espero que os haya gustado esta escena de recapitulación. Ya sé que la historia avanza a paso de tortuga, pero es lo que tiene la inspiración, me sale una conversación y tengo que seguir el hilo. Ya queda menos para los tiros. Aún Ania nos tiene que contar cosas)
Última edición por El Analandés el 10-Nov-2016, 23:25, editado 1 vez en total.
Re: La sangre de los zombis
"estoy convencido de que más de uno con los que he jugado sería capaz de usar a Ania como rehén para escapar con vida."
Bueno, eso y violarla, o morder a un zombie para ver qué pasa, o ponerse a rebuscar todo armario, cajón y baldosa para encontrar diez dólares y un pendiente de plata. Sociopatía y avaricia, rasgos definitorios de los jugadores de rol junto con el recurso a la violencia irracional y las acciones destructivas si considera que la partida es aburrida. Los buenos jugadores abundan. Y luego siempre sale el que en el fondo es un romántico irredento y sentimental:
"Mejor será que esto funcione, no podrás vivir si a ella le pasa algo."
Oye, ¿has pensado en ponerlo en tercera persona y darle forma de novela al relato?
Bueno, eso y violarla, o morder a un zombie para ver qué pasa, o ponerse a rebuscar todo armario, cajón y baldosa para encontrar diez dólares y un pendiente de plata. Sociopatía y avaricia, rasgos definitorios de los jugadores de rol junto con el recurso a la violencia irracional y las acciones destructivas si considera que la partida es aburrida. Los buenos jugadores abundan. Y luego siempre sale el que en el fondo es un romántico irredento y sentimental:
"Mejor será que esto funcione, no podrás vivir si a ella le pasa algo."
Oye, ¿has pensado en ponerlo en tercera persona y darle forma de novela al relato?
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Re: La sangre de los zombis
¡¡¡jajajajajjajajajajjajajjajajajjajajajaj!!! ¡¡¡ me partooooooooooo!!!!Heinrich escribió:"estoy convencido de que más de uno con los que he jugado sería capaz de usar a Ania como rehén para escapar con vida."
Bueno, eso y violarla, o morder a un zombie para ver qué pasa, o ponerse a rebuscar todo armario, cajón y baldosa para encontrar diez dólares y un pendiente de plata. Sociopatía y avaricia, rasgos definitorios de los jugadores de rol
Lo que me río con tus comentarios Heinrich, no me reía tanto desde que Trump salió elegido presidente.
Lo dice como si fuera algo malo. La culpa es del master, si se aburren, en algo se tienen que entretener ¡animalicos!junto con el recurso a la violencia irracional y las acciones destructivas si considera que la partida es aburrida.
¡Ay, ay! Me temo que por influencia de Gonella, nuestro Z. se ha ablandado. ¿Lo ves como no es tan bestia? Como bien dices tú, el jugador rolero típico, si no le encontrara ninguna utilidad práctica a la chica, la dejaría ahí tirada para salvarse él. Z. es lo bastante psicópata para torturarla psicológicamente simulando una ejecución y para utilizarla como señuelo, pero siente remordimientos por si le pasa algo. La verdad es que Z. está muy desesperado. Otro personaje más noble y heroico ni se plantearía poner en peligro a Ania adrede.Y luego siempre sale el que en el fondo es un romántico irredento y sentimental:
"Mejor será que esto funcione, no podrás vivir si a ella le pasa algo."
Yo creo que está bien así. Ya es tarde para cambiarlo. No se podría contar en primera persona como "Apocalipsis Z", y en segunda persona hace que el lector al que va dirigida se identifique más con el personaje. Leí una vez una novela de acción, "Bunker nº 13" , ambientada en la India de los 90 que estaba escrita así.Oye, ¿has pensado en ponerlo en tercera persona y darle forma de novela al relato?
Piensa que el punto de vista de Z. es como si estuviera hablando consigo mismo. Es algo que se menciona varias veces, una reacción psicológica al aislamiento del confinamiento en solitario.
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Re: La sangre de los zombis
NARRACIÓN
- Ahora cuéntame. ¿Qué pasó después de tu fuga, de que mataran a la señora Danvers?
Mientras Ania te cuenta lo que ya sabes, la vuelta a la "normalidad" y cómo, por fortuna, Durr estaba tan ocupado con su monstruosa experimentación con la peste, que se olvidó de Ania, tu mente divaga, ya que mencionas a la señora Danvers, te preguntas qué hizo Durr con ella. Recuerdas que entre los infectos que mataste había una mujer joven, de pelo negro y de buen cuerpo, vestida como una puta. Te preguntas si era Danvers y el pensamiento te hace estremecer de horror. Infectar a su amante y ama de llaves y persona de confianza te parece de una crueldad diabólica, por mala y perversa que fuera, no merecía ese fin. Aunque no lo crees probable, por lo que cuenta Ania, le pegaron un tiro.
Escuchas el relato fingiendo interés y que no sabes nada, pero Ania no te cuenta nada nuevo o relevante, pero cuando llega a la última semana de Agosto y cuenta la llegada de los socios británicos de Durr, y de Watson, el secretario, vuelves a sentir horror y compasión por ellos, sobre todo por Lara, la otra mujer joven infectada que mataste. Hasta cierto punto puedes comprender que Durr y sus científicos no tengan escrúpulos para matar a sus cobayas humanas, porque por la pinta, la mayoría son la hez de la sociedad: presidiarios, mendigos, y gitanos. Por lo que has visto de los gitanos rumanos, no es para enviarlos a las cámaras de gas, como hicieron los nazis, tampoco hay que pasarse... pero tampoco es que te den mucha pena. Pero matar a personas civilizadas, a británicos, y encima sus socios, y de esa manera tan monstruosa es una atrocidad. Pobre Lara, era bastante guapa...
Ania termina diciendo que al día siguiente secuestraron al turista, o sea tú, hace una semana, y cómo se enteró ayer por la noche, después de servir la cena a Durr y sus científicos, que estaban bebiendo y parecían muy animados, esto le extrañó, porque Durr en las últimas semanas parecía obsesionado y estaba siempre drogado y tenso, y ayer estaba bebido y muy alegre.
Tras servir el postre, el café y las copas. se quedó escuchando tras la puerta entreabierta y se enteró de que "el experimento ya ha terminado", era "hora de la prueba final" y que Durr dijo que mañana por la mañana (hoy) tenía que ir al pueblo a arreglar algunos asuntos en el banco, por lo que "esperarían a soltar a los infectados en el pueblo y provocar la epidemia", y que Durr dijo que "había que matar antes a todos los testigos, el personal de servicio y al turista"
Ania asustada, naturalmente pensó que se referían a ella. Comprendes ahora, dado el desinterés de Durr por ella en las últimas semanas, la angustia de Ania y que ella pensara que también la iban a matar, por eso su última entrada en el diario y que pensaba intentar escapar esta noche. Lo malo es que ella no sabía cómo.
Le dices a Ania que te deje pensar, y mientras guarda silencio, recapitulas:
Por el "personal de servicio" se referían entre otros, a Boris y Gregor, los muy tontos dejaron pasar el tiempo sin atreverse a escapar y no sabían esta mañana que sus horas ya estaban contadas. Te sientes un poco mejor, menos responsable de sus muertes. La iban a palmar de todos modos. Quizá también iban a matar a Otto, el carcelero, pero ese se lo merecía. Los matones de Durr eran lógicamente los únicos que sabían que iba a pasar, y a uno de los guardias se le escapó un comentario al respecto, como te dijo Otto.
Quedan aparte el cocinero rumano y sus pinches, que son tres o cuatro, y varias señoras, cuatro o cinco, que son las criadas que limpiaban la cocina y las habitaciones del ala este. Mientras que Ania y Ioanna eran camareras y sólo limpiaban los dormitorios y baños del ala oeste, del señor Durr y el ama de llaves, y los suyos propios, y a veces las oficinas, la de Durr en la que estáis ahora, y la "oficina" o mejor dicho mazmorra del piso de arriba.
Ania no puede decirte nada de la servidumbre, porque no hablaba con ellos, no hablaban más que unas palabras de inglés. Era la señora Danvers la que les daba órdenes en alemán. Vivían en el ala Este. Ania sólo iba a la cocina de vez en cuando cuando le tocaba cocinar para Durr y sus científicos. Y desde su intento de fuga ya no le tocó cocinar más veces.
Meditas sobre este punto. Era evidente que un castillo tan grande no puede ser atendido por dos doncellas, como Ioanna y Ania, que además de criadas tengan que prestar otros "servicios". Ella cree que el cocinero, los pinches y las criadas, eran rumanos. Pero es más probable que sean gente local, de la minoría húngara, que hayan emigrado a Alemania y trabajado allí, como hacen muchos húngaros, o quizá incluso Volkdeutsche , como los antepasados de Durr. El carcelero se llamaba Otto, que es un nombre alemán.
Seguramente lleven mucho tiempo al servicio de la familia Durr y sean de fiar. O no, eso sería en la casa solariega de una aristocracia de raigambre, pero la familia Durr sólo lleva viviendo aquí desde los 90, y eso como lugar de veraneo. Simplemente serán criados locales, de minorías étnicas que desconfían de las autoridades rumanas, y que se les paga bien y cierran la boca. Además, la vida es muy dura en estos países del Este, y por muchas cosas raras que vean en el castillo, esa gente no va a decir nada. Malo es trabajar para un lord inglés que se dedica a secuestrar gente, pero el paro es peor. O si no, callan para siempre.
El pensamiento te inquieta. Por motivos prácticos, porque alguien tiene que cocinar, y fregar y limpiar... a esos los matará los últimos. Quizá ya estén muertos. Parece que no hay límite a las atrocidades de Durr: mata a sus criados, a su amante y cómplice de perversiones, a sus socios.. pobre gente.
Reparas en algo.
- ¡Ania!
— ¿Sí? — dice sobresaltada.
- La jaula de los infectados, en el patio. ¿Cuándo la construyeron? ¿Cuándo te escapaste? ¿Hace un mes?
— Sí, ¿por?
- Y los ingleses, los socios de Durr, ¿vinieron la semana pasada?
— Sí, hace unos diez dí..
- ¡Hijos de puta! — exclamas en español, sobresaltando a Ania. Pasas al inglés
- ¡Cabrones! ¡Lo sabían! ¡Lo sabían todo! — gritas furioso. Ania se asusta.
— ¿Qué? ¿Qué pasa?
Respiras hondo y tratas de calmarte. Aunque te cuesta. ¡Y pensar que te dieron pena esos perros ingleses por haberlos matado! Que te puso triste encontrar la nota de amor para Lara, y que te sentías culpable por haber matado a una chica guapa, a esa misma Lara.
- ¿No lo ves? Los ingleses, los socios de Durr, también el viejo, el secretario, ¡lo sabían!
— ¿Saber el qué? — dice Ania confusa.
- Cuando vinieron al castillo, en coche, tuvieron que ver la alambrada. Cuando entraron, deben haber visto la jaula de los prisioneros. Sabían lo que estaba pasando. Sabían lo que Durr estaba haciendo. ¡Esos cabrones lo sabían! ¡Son culpables! ¡Como él! Durr los mató, bueno, los infectó, por que discutieron por dinero.
— Ahhh, ya entiendo. Bueno es saberlo. Lo sentí por ellos cuando no los volví a ver.
- Y yo me sentía mal por haberlos matado, sobre todo a la mujer, pero no debía, era una puta. Hice justicia.— quizá por influencia de Ania te pones místico — El Señor obra de formas misteriosas.
Callas porque te acuerdas de la otra chica muerta. Lara se lo merecía, pero esa pobre desgraciada... al menos le ahorraste sufrimientos.
Ania parece haber recordado algo. Te mira ahora con cara triste y preocupada, para variar.
— Hay algo que te quiero preguntar. Dime la verdad.
- Claro. Pregunta.
— Crees... ¿crees que soy una puta?
La pregunta te impacta como un mazazo. El oír la mala palabra en sus labios es chocante. Te quedas sin habla. Te arrepientes ahora de haber metido la puta, digo la pata. Te has alegrado tanto de haberte quitado el peso de la culpa de encima por haberla matado, que al hablar mal de esa Lara, ella se ha dado por aludida, como también tiene sentimientos culpables, respecto al sexo, y su relación con la señora Danvers. Te das cuenta que cuando callabas y pensabas, ella también se comía el coco dándole vueltas a las cosas.
Te pasas la mano por la barba y te frotas los ojos, incómodo. En tú epoca de pagafantas conociste e hiciste de paño de lágrimas y psicoanalista de garrafón para algunas tías que estaban jodidas de la cabeza, pero el tener que hacer de confesor y consejero psicológico para una víctima de abusos sexuales te supera. Matar infectados era más fácil que esto.
Pero por otra parte, si sale viva de ésta, Ania será carne de psicólogo. ¿Y qué coño van a saber los batas blancas? Esos charlatanes no tienen ni puta idea de por lo que ella ha pasado, y lo suyo no es curar a la gente, si no cobrar por horas. ¿Quién mejor que tú para comprenderla?
En realidad querías ayudarla, querías hablar con ella, pero surgieron otras cosas. Miras el reloj. Todavía falta mucho para la puesta del sol. Al menos puedes aprovechar este tiempo para aliviar el sufrimiento de su alma.
Ania ha malinterpretado tu silencio y calla apesadumbrada, tiene los ojos húmedos, pero no llora. Sientes una desgarradora sensación de compasión y ternura hacia ella y alargas la mano, le coges la barbilla y le alzas la cara para mirarla a los ojos.
- Ania, dulzura. No eres una puta.
CONTINUARÁ
( en esta parte hemos aclarado puntos oscuros de la trama, como por ejemplo, ¿qué pasa con los extras? los cocineros y criadas también son personas, y cómo la Providencia hace de Z. el ángel vengador para purificar con el plomo, el fuego y el acero este antro de iniquidad. Lo siguiente será dramón psicológico sexual ya no quedarán más rollos de conversaciones y podré pasar a la batalla final.
En una entrada anterior he corregido mi apreciación errónea sobre las edades de Boris y Gregor. Son más viejos de lo que pensaba, Boris tiene 30 y Gregor en torno a los 40, ayudó a Ania a escapar porque le recordaba a su hija. Eso también explica que ninguno de los dos tuviera interés sexual en Ania, les parecía demasiado joven, a Z. no, pero además de psicópata es un asaltacunas )
- Ahora cuéntame. ¿Qué pasó después de tu fuga, de que mataran a la señora Danvers?
Mientras Ania te cuenta lo que ya sabes, la vuelta a la "normalidad" y cómo, por fortuna, Durr estaba tan ocupado con su monstruosa experimentación con la peste, que se olvidó de Ania, tu mente divaga, ya que mencionas a la señora Danvers, te preguntas qué hizo Durr con ella. Recuerdas que entre los infectos que mataste había una mujer joven, de pelo negro y de buen cuerpo, vestida como una puta. Te preguntas si era Danvers y el pensamiento te hace estremecer de horror. Infectar a su amante y ama de llaves y persona de confianza te parece de una crueldad diabólica, por mala y perversa que fuera, no merecía ese fin. Aunque no lo crees probable, por lo que cuenta Ania, le pegaron un tiro.
Escuchas el relato fingiendo interés y que no sabes nada, pero Ania no te cuenta nada nuevo o relevante, pero cuando llega a la última semana de Agosto y cuenta la llegada de los socios británicos de Durr, y de Watson, el secretario, vuelves a sentir horror y compasión por ellos, sobre todo por Lara, la otra mujer joven infectada que mataste. Hasta cierto punto puedes comprender que Durr y sus científicos no tengan escrúpulos para matar a sus cobayas humanas, porque por la pinta, la mayoría son la hez de la sociedad: presidiarios, mendigos, y gitanos. Por lo que has visto de los gitanos rumanos, no es para enviarlos a las cámaras de gas, como hicieron los nazis, tampoco hay que pasarse... pero tampoco es que te den mucha pena. Pero matar a personas civilizadas, a británicos, y encima sus socios, y de esa manera tan monstruosa es una atrocidad. Pobre Lara, era bastante guapa...
Ania termina diciendo que al día siguiente secuestraron al turista, o sea tú, hace una semana, y cómo se enteró ayer por la noche, después de servir la cena a Durr y sus científicos, que estaban bebiendo y parecían muy animados, esto le extrañó, porque Durr en las últimas semanas parecía obsesionado y estaba siempre drogado y tenso, y ayer estaba bebido y muy alegre.
Tras servir el postre, el café y las copas. se quedó escuchando tras la puerta entreabierta y se enteró de que "el experimento ya ha terminado", era "hora de la prueba final" y que Durr dijo que mañana por la mañana (hoy) tenía que ir al pueblo a arreglar algunos asuntos en el banco, por lo que "esperarían a soltar a los infectados en el pueblo y provocar la epidemia", y que Durr dijo que "había que matar antes a todos los testigos, el personal de servicio y al turista"
Ania asustada, naturalmente pensó que se referían a ella. Comprendes ahora, dado el desinterés de Durr por ella en las últimas semanas, la angustia de Ania y que ella pensara que también la iban a matar, por eso su última entrada en el diario y que pensaba intentar escapar esta noche. Lo malo es que ella no sabía cómo.
Le dices a Ania que te deje pensar, y mientras guarda silencio, recapitulas:
Por el "personal de servicio" se referían entre otros, a Boris y Gregor, los muy tontos dejaron pasar el tiempo sin atreverse a escapar y no sabían esta mañana que sus horas ya estaban contadas. Te sientes un poco mejor, menos responsable de sus muertes. La iban a palmar de todos modos. Quizá también iban a matar a Otto, el carcelero, pero ese se lo merecía. Los matones de Durr eran lógicamente los únicos que sabían que iba a pasar, y a uno de los guardias se le escapó un comentario al respecto, como te dijo Otto.
Quedan aparte el cocinero rumano y sus pinches, que son tres o cuatro, y varias señoras, cuatro o cinco, que son las criadas que limpiaban la cocina y las habitaciones del ala este. Mientras que Ania y Ioanna eran camareras y sólo limpiaban los dormitorios y baños del ala oeste, del señor Durr y el ama de llaves, y los suyos propios, y a veces las oficinas, la de Durr en la que estáis ahora, y la "oficina" o mejor dicho mazmorra del piso de arriba.
Ania no puede decirte nada de la servidumbre, porque no hablaba con ellos, no hablaban más que unas palabras de inglés. Era la señora Danvers la que les daba órdenes en alemán. Vivían en el ala Este. Ania sólo iba a la cocina de vez en cuando cuando le tocaba cocinar para Durr y sus científicos. Y desde su intento de fuga ya no le tocó cocinar más veces.
Meditas sobre este punto. Era evidente que un castillo tan grande no puede ser atendido por dos doncellas, como Ioanna y Ania, que además de criadas tengan que prestar otros "servicios". Ella cree que el cocinero, los pinches y las criadas, eran rumanos. Pero es más probable que sean gente local, de la minoría húngara, que hayan emigrado a Alemania y trabajado allí, como hacen muchos húngaros, o quizá incluso Volkdeutsche , como los antepasados de Durr. El carcelero se llamaba Otto, que es un nombre alemán.
Seguramente lleven mucho tiempo al servicio de la familia Durr y sean de fiar. O no, eso sería en la casa solariega de una aristocracia de raigambre, pero la familia Durr sólo lleva viviendo aquí desde los 90, y eso como lugar de veraneo. Simplemente serán criados locales, de minorías étnicas que desconfían de las autoridades rumanas, y que se les paga bien y cierran la boca. Además, la vida es muy dura en estos países del Este, y por muchas cosas raras que vean en el castillo, esa gente no va a decir nada. Malo es trabajar para un lord inglés que se dedica a secuestrar gente, pero el paro es peor. O si no, callan para siempre.
El pensamiento te inquieta. Por motivos prácticos, porque alguien tiene que cocinar, y fregar y limpiar... a esos los matará los últimos. Quizá ya estén muertos. Parece que no hay límite a las atrocidades de Durr: mata a sus criados, a su amante y cómplice de perversiones, a sus socios.. pobre gente.
Reparas en algo.
- ¡Ania!
— ¿Sí? — dice sobresaltada.
- La jaula de los infectados, en el patio. ¿Cuándo la construyeron? ¿Cuándo te escapaste? ¿Hace un mes?
— Sí, ¿por?
- Y los ingleses, los socios de Durr, ¿vinieron la semana pasada?
— Sí, hace unos diez dí..
- ¡Hijos de puta! — exclamas en español, sobresaltando a Ania. Pasas al inglés
- ¡Cabrones! ¡Lo sabían! ¡Lo sabían todo! — gritas furioso. Ania se asusta.
— ¿Qué? ¿Qué pasa?
Respiras hondo y tratas de calmarte. Aunque te cuesta. ¡Y pensar que te dieron pena esos perros ingleses por haberlos matado! Que te puso triste encontrar la nota de amor para Lara, y que te sentías culpable por haber matado a una chica guapa, a esa misma Lara.
- ¿No lo ves? Los ingleses, los socios de Durr, también el viejo, el secretario, ¡lo sabían!
— ¿Saber el qué? — dice Ania confusa.
- Cuando vinieron al castillo, en coche, tuvieron que ver la alambrada. Cuando entraron, deben haber visto la jaula de los prisioneros. Sabían lo que estaba pasando. Sabían lo que Durr estaba haciendo. ¡Esos cabrones lo sabían! ¡Son culpables! ¡Como él! Durr los mató, bueno, los infectó, por que discutieron por dinero.
— Ahhh, ya entiendo. Bueno es saberlo. Lo sentí por ellos cuando no los volví a ver.
- Y yo me sentía mal por haberlos matado, sobre todo a la mujer, pero no debía, era una puta. Hice justicia.— quizá por influencia de Ania te pones místico — El Señor obra de formas misteriosas.
Callas porque te acuerdas de la otra chica muerta. Lara se lo merecía, pero esa pobre desgraciada... al menos le ahorraste sufrimientos.
Ania parece haber recordado algo. Te mira ahora con cara triste y preocupada, para variar.
— Hay algo que te quiero preguntar. Dime la verdad.
- Claro. Pregunta.
— Crees... ¿crees que soy una puta?
La pregunta te impacta como un mazazo. El oír la mala palabra en sus labios es chocante. Te quedas sin habla. Te arrepientes ahora de haber metido la puta, digo la pata. Te has alegrado tanto de haberte quitado el peso de la culpa de encima por haberla matado, que al hablar mal de esa Lara, ella se ha dado por aludida, como también tiene sentimientos culpables, respecto al sexo, y su relación con la señora Danvers. Te das cuenta que cuando callabas y pensabas, ella también se comía el coco dándole vueltas a las cosas.
Te pasas la mano por la barba y te frotas los ojos, incómodo. En tú epoca de pagafantas conociste e hiciste de paño de lágrimas y psicoanalista de garrafón para algunas tías que estaban jodidas de la cabeza, pero el tener que hacer de confesor y consejero psicológico para una víctima de abusos sexuales te supera. Matar infectados era más fácil que esto.
Pero por otra parte, si sale viva de ésta, Ania será carne de psicólogo. ¿Y qué coño van a saber los batas blancas? Esos charlatanes no tienen ni puta idea de por lo que ella ha pasado, y lo suyo no es curar a la gente, si no cobrar por horas. ¿Quién mejor que tú para comprenderla?
En realidad querías ayudarla, querías hablar con ella, pero surgieron otras cosas. Miras el reloj. Todavía falta mucho para la puesta del sol. Al menos puedes aprovechar este tiempo para aliviar el sufrimiento de su alma.
Ania ha malinterpretado tu silencio y calla apesadumbrada, tiene los ojos húmedos, pero no llora. Sientes una desgarradora sensación de compasión y ternura hacia ella y alargas la mano, le coges la barbilla y le alzas la cara para mirarla a los ojos.
- Ania, dulzura. No eres una puta.
CONTINUARÁ
( en esta parte hemos aclarado puntos oscuros de la trama, como por ejemplo, ¿qué pasa con los extras? los cocineros y criadas también son personas, y cómo la Providencia hace de Z. el ángel vengador para purificar con el plomo, el fuego y el acero este antro de iniquidad. Lo siguiente será dramón psicológico sexual ya no quedarán más rollos de conversaciones y podré pasar a la batalla final.
En una entrada anterior he corregido mi apreciación errónea sobre las edades de Boris y Gregor. Son más viejos de lo que pensaba, Boris tiene 30 y Gregor en torno a los 40, ayudó a Ania a escapar porque le recordaba a su hija. Eso también explica que ninguno de los dos tuviera interés sexual en Ania, les parecía demasiado joven, a Z. no, pero además de psicópata es un asaltacunas )
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Re: La sangre de los zombis
Nota a los lectores:
Por celebraciones familiares y las consiguientes tareas del hogar, llevo unos días parado. Continuaré en cuanto pueda. Entretanto pueden pasar por la otra partida activa, "Solo contra la oscuridad", para participar en ella.
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Re: La sangre de los zombis
Hola. Gracias por reflotar el hilo. Habrá continuación lo prometo, pero primero tengo que ganarme la vida y todo mi tiempo libre este año lo tengo que dedicar al segundo examen de la oposición.
No seguí con la historia por motivos de salud, me operaron del hombro en navidades, y sólo ahora me siento lo bastante recuperado para escribir. Y que por desgracia el forero Heinrich que era mi inspiración por razones que sólo él conoce nos abandonó. Una pena y espero que reconsidere su decisión.
En cuanto a meter una subtrama sexual ¿por qué no? El sexo es parte de la vida, como la muerte. Y el sexo, junto con la codicia es el principal motivo de los asesinatos. En el caso del villano de la historia, un psicópata sin escrúpulos que crea una terrible enfermedad que convierte a los infectados en algo parecido a los zombis de las películas es muy probable que tenga en su tiempo libre aficiones más perversas que simplemente la farlopa, los yates y las putas.
De hecho el héroe de nuestra historia Z. y Heinrich Durr son muy parecidos: uno es un friki de los juegos de rol y un psicópata violento que no duda en matar a decenas de personas y el otro es lo mismo pero millonario y tiene un castillo y una mazmorra donde llevar a cabo sus perversiones sexuales.
No es que Z. sea un antihéroe, si no que la línea que separa al héroe del psicópata es a veces muy delgada, Z. es un superviviente que como tal hará lo que sea para salir con vida. Una persona normal o menos violenta tendría dudas antes de matar a otras personas aunque sea una forma de eutanasia. Z. ni vacila ni siente remordimientos al matar, cosa por otra parte que por desgracia es normal cuando la gente se libera de las inhibiciones, la pólvora emborracha y Z. hasta disfruta ametrallando infectados. También Z. es algo psicópata cuando la muerte de Boris básicamente le da igual y está mucho más preocupado por la posibilidad de contagio.
Son dos caras de la misma moneda, Durr es un niño friki rico que lo ha tenido todo y juega a ser Dios (seguro que era el máster de su grupo) por aburrimiento y búsqueda de sensaciones extremas, y Z. Es un friki mileurista pringado como cualquier currante que comprueba en su propia carne que las fantasías violentas es mejor que no se hagan realidad.
Vivir tu propia aventura es algo aterrador.
El momento que convierte a Z. en un héroe en vez de un tipo que sólo lucha por seguir vivo un rato más es la epifanía que siente al leer el diario de Ania, que despierta reacciones encontradas, por un lado la sórdida e indecente crónica sadomasoquista que confiesa Ania en su diario le fascina, pero a la vez se siente culpable por disfrutarlo y horrorizado y despierta su compasión por la pobre chica víctima de abusos de un modo que le afecta emocionalmente de forma mucho más profunda que el horror de los infectados a los que se ha visto obligado a matar.
Cuando creía que Ania estaba muerta, Z. tenía la firma resolución de vengarla. Ahora que la ha encontrado, la chica no hace más que darle problemas y preocupaciones, como suele ser el caso con las mujeres . Si no fuera por la conexión emocional que tiene por la chica al leer su diario y conocer su historia y pensamientos íntimos, y con franqueza, por el hecho de que es muy guapa, si no lo fuera, no se molestaría en intentar sacarla de aquí.
Seguramente me haya repetido y haya escrito algo parecido antes, pero me apetecía escribir esta recapitulación. A ver si saco un hueco en mi agenda para seguir con la historia. Ni yo mismo sé cómo acabará.
PD Para servicios sexuales profesionales, lo mejor es el foro de spalumi.
No seguí con la historia por motivos de salud, me operaron del hombro en navidades, y sólo ahora me siento lo bastante recuperado para escribir. Y que por desgracia el forero Heinrich que era mi inspiración por razones que sólo él conoce nos abandonó. Una pena y espero que reconsidere su decisión.
En cuanto a meter una subtrama sexual ¿por qué no? El sexo es parte de la vida, como la muerte. Y el sexo, junto con la codicia es el principal motivo de los asesinatos. En el caso del villano de la historia, un psicópata sin escrúpulos que crea una terrible enfermedad que convierte a los infectados en algo parecido a los zombis de las películas es muy probable que tenga en su tiempo libre aficiones más perversas que simplemente la farlopa, los yates y las putas.
De hecho el héroe de nuestra historia Z. y Heinrich Durr son muy parecidos: uno es un friki de los juegos de rol y un psicópata violento que no duda en matar a decenas de personas y el otro es lo mismo pero millonario y tiene un castillo y una mazmorra donde llevar a cabo sus perversiones sexuales.
No es que Z. sea un antihéroe, si no que la línea que separa al héroe del psicópata es a veces muy delgada, Z. es un superviviente que como tal hará lo que sea para salir con vida. Una persona normal o menos violenta tendría dudas antes de matar a otras personas aunque sea una forma de eutanasia. Z. ni vacila ni siente remordimientos al matar, cosa por otra parte que por desgracia es normal cuando la gente se libera de las inhibiciones, la pólvora emborracha y Z. hasta disfruta ametrallando infectados. También Z. es algo psicópata cuando la muerte de Boris básicamente le da igual y está mucho más preocupado por la posibilidad de contagio.
Son dos caras de la misma moneda, Durr es un niño friki rico que lo ha tenido todo y juega a ser Dios (seguro que era el máster de su grupo) por aburrimiento y búsqueda de sensaciones extremas, y Z. Es un friki mileurista pringado como cualquier currante que comprueba en su propia carne que las fantasías violentas es mejor que no se hagan realidad.
Vivir tu propia aventura es algo aterrador.
El momento que convierte a Z. en un héroe en vez de un tipo que sólo lucha por seguir vivo un rato más es la epifanía que siente al leer el diario de Ania, que despierta reacciones encontradas, por un lado la sórdida e indecente crónica sadomasoquista que confiesa Ania en su diario le fascina, pero a la vez se siente culpable por disfrutarlo y horrorizado y despierta su compasión por la pobre chica víctima de abusos de un modo que le afecta emocionalmente de forma mucho más profunda que el horror de los infectados a los que se ha visto obligado a matar.
Cuando creía que Ania estaba muerta, Z. tenía la firma resolución de vengarla. Ahora que la ha encontrado, la chica no hace más que darle problemas y preocupaciones, como suele ser el caso con las mujeres . Si no fuera por la conexión emocional que tiene por la chica al leer su diario y conocer su historia y pensamientos íntimos, y con franqueza, por el hecho de que es muy guapa, si no lo fuera, no se molestaría en intentar sacarla de aquí.
Seguramente me haya repetido y haya escrito algo parecido antes, pero me apetecía escribir esta recapitulación. A ver si saco un hueco en mi agenda para seguir con la historia. Ni yo mismo sé cómo acabará.
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